El regreso a la Unasur
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La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), creada en 2008 e integrada en su momento por la mayoría de los países de América del Sur, tuvo por fin coordinar de manera participativa y consensuada políticas de mayor integración entre sus miembros, propósito que no llegó a cumplirse.
Desde su inicio, estuvo teñida por visiones ideológicas que fueron haciendo evidente que la asociación se alejaba cada vez más de los objetivos planteados en su tratado constitutivo, transformándose en una abultada y costosa burocracia de nula efectividad.
En 2017 entró en crisis, cuando los 12 países miembros no pudieron acordar su nuevo secretario general, contexto que se agravó por las posiciones encontradas sobre la crisis venezolana. La situación se tornó más crítica cuando, en 2019, la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú suspendieron su participación y financiación y, de a poco, abandonaron el espacio para que muriera lentamente. Más tarde, Uruguay tomó idéntica decisión. El vergonzoso y cómplice silencio de la Unasur frente a los atropellos del régimen de Nicolás Maduro fue una de las mayores razones que esgrimió ese grupo de países para abandonar definitivamente la organización, más aún considerando que, en 2010, se agregó a su tratado constitutivo una cláusula democrática en la cual se contemplaban sanciones a los Estados infractores, lo que obviamente terminó en letra muerta y ayudó a consolidar la dictadura chavista.
Hace pocos días, por decisión del presidente Alberto Fernández, la Cancillería argentina notificó a todos los países integrantes de la Unasur su regreso pleno a ese bloque regional. También el presidente Lula da Silva decretó el regreso de Brasil al bloque regional, del que se había retirado en 2019 por decisión de Jair Bolsonaro.
Algunos otros mandatarios están asimismo evaluando su regreso a la Unasur, esta vez con una visión más económica que política, concentrándose también en temas vinculados a la cooperación regional en áreas fundamentales como la educación, el cambio climático y la infraestructura.
El lamentable papel que cumplió la Unasur en los últimos años previos a la salida de la Argentina del grupo, no permite trazar perspectivas favorables. Es difícil esperar que, al menos en lo inmediato, la nueva versión del bloque regional no caiga en sesgos ideológicos como aquellos que lo llevaron al fracaso, y que dedique sus esfuerzos a convertirse en un antídoto contra totalitarismos como el de Venezuela.