El poder de las armas
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Una forma de tabular el poder de un grupo criminal es a través de las armas que utiliza. El 30 de noviembre pasado, en Rosario, ocurrió un hecho que disparó las alarmas. Dos casas de integrantes de la barra brava de Rosario Central fueron baleadas con fusiles AR-15, un armamento liviano de origen estadounidense que tiene un alto poder de fuego. El ataque se produjo luego de que el exlíder de la barra de ese club Andrés Bracamonte fue asesinado a tres cuadras del estadio. Le dispararon con pistolas 9 milímetros dos jóvenes que huyeron, camuflados con camisetas del club “canalla”, entre la muchedumbre que salía de la cancha.
Uno de los baleados era Leopoldo Martínez, sucesor de Bracamonte en el núcleo duro de la hinchada. Este hombre, que es estibador en el puerto de Rosario, fue detenido el pasado jueves 12, acusado de hacer desaparecer el teléfono de Bracamonte después de que lo asesinaran. Sobre la figura de Martínez circulan fuertes rumores en la barra de Rosario Central sobre que habría entregado a Bracamonte cuando dos sicarios lo ultimaron junto a Ricardo Attardo.
Que los narcos rosarinos usen fusiles de última tecnología enciende preocupación, porque el problema de la violencia allí podría ingresar en una nueva etapa. Este año la baja de los homicidios fue pronunciada, la más fuerte de la última década. Los crímenes descendieron un 64% en los primeros 11 meses, según el Observatorio de Seguridad Pública. Rosario quedó en el foco de las inquietudes aún más profundas desde marzo, cuando cuatro crímenes al azar contra quienes nada tenían que ver con las tramas criminales provocaron una reacción inédita de la población, que decidió un estado de sitio de manera unilateral.
Es posible que el uso de la violencia extrema ya no sea transversal, como ocurrió durante la última década y media, cuando Rosario llegó a tener una tasa de homicidios de 24 asesinatos cada 100.000 habitantes. Lo que aparece como una tendencia incipiente son las ejecuciones selectivas, como ocurrió con Bracamonte. Irrumpe también en escena una nueva generación de narcos con perfiles diferentes de los de la banda de Los Monos. Ya no son criminales que provienen de la periferia, donde la pobreza y la marginalidad moldearon a estos grupos criminales.
La detención de Lisandro Contreras, uno de los narcos que ejercen un dominio llamativo en el negocio de las drogas ilegales, es un ejemplo de ello. Contreras estaba prófugo en un country de Pilar, donde había pagado 25.000 dólares de alquiler por adelantado. Este joven de clase media, educado en un colegio privado, que se mueve en otros círculos sociales de Rosario, con conexiones en Buenos Aires, aparece como una nueva referencia en un mapa criminal que cambia de manera permanente.
El creciente nivel de sofisticación del armamento empleado por el narcotráfico refuerza la necesidad de una política de Estado integral para combatir este flagelo e impone repensar la tarea y el equipamiento de nuestras fuerzas de seguridad y la posible colaboración de las Fuerzas Armadas en esta lucha.