El papa Francisco, frente al rol de las finanzas
Si bien debe valorarse la prédica del Sumo Pontífice en temas de la fe, algunas de sus reflexiones sobre cuestiones temporales se prestan al disenso
- 3 minutos de lectura'
En una economía, la inversión se sustenta en el ahorro interno y externo. Quienes invierten en activos productivos no son necesariamente los mismos que generan los ahorros requeridos para solventar esa inversión. Una parte menor se realiza con ahorros propios, sea de la empresa que adquiere maquinarias o de la persona que compra o construye una vivienda. Esos ahorros se complementan con fondos provenientes de otros. Si no fuera así, la inversión sería insignificante y no habría crecimiento ni generación de empleo.
¿Cómo se produce ese traslado del ahorro de unos hacia la inversión realizada por otros? Aquí aparecen cumpliendo un rol fundamental las entidades financieras. Hay procedimientos casi directos para captar ahorros de terceros, como la emisión y la colocación de acciones o bonos. En este caso, operan dando mayor transparencia y eficiencia los mercados de capital a través de las bolsas o de la banca de inversión. Otras formas menos directas son desarrolladas por los bancos, recibiendo depósitos y concediendo créditos. En ese universo operan diversos instrumentos, así como distintas categorías de entidades. En general, estas actividades están sujetas a controles y regulaciones que buscan transparencia y corrección.
Es usual que, por falta de formación económica, se considere a las finanzas una actividad parasitaria y perniciosa, origen de injustas ganancias a costa de la gente y de los verdaderos productores. Esta incorrecta visión se alimenta además de un prejuicio popular contra los bancos. Se tiene en mente la figura del ruin que aplica altas tasas de interés potenciadas por la inflación. No se puede negar que ha habido excesos y comportamientos repudiables por parte de algunos banqueros u operadores financieros, pero hay que reconocer que son los menos y que en gran parte ocurrieron cuando se intervino el mercado financiero, generando espacios para hacer diferencias con intrepidez y poco esfuerzo. Pero por la existencia de focos infecciosos no hay que matar al enfermo. Irregularidad y estafas se dan también en la industria o en el comercio.
Estas reflexiones vienen al caso con motivo de las palabras del papa Francisco dirigidas a los asistentes del encuentro anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) bajo el lema “Hacia un capitalismo más humano”, que finaliza hoy en modalidad virtual.
El Sumo Pontífice se refirió despectivamente a las finanzas acusándolas de hacer creer que hay mucho cuando al final no hay nada, e instó a los empresarios a “invertir en el bien común” y a crear empleo con inversión en un desafío a la creatividad. Un reclamo bien intencionado pero incorrecto por impreciso. Más comprensible fue su exhortación a los empresarios a no “esconder” el dinero en paraísos fiscales. Sin embargo, debió haber aclarado que seguramente se refería a operaciones ilegales no debidamente declaradas ante el fisco cuando actualmente es intenso el control de organismos supranacionales sobre el origen legal y justificado de los fondos concurrentes a la banca offshore.
También hubiera sido conveniente agregar que los gobiernos no deberían excederse con impuestos confiscatorios como ocurre en nuestro país con la aplicación simultánea del impuesto a la riqueza y el de bienes personales. Muchos de los que escuchaban a Francisco ya han trasladado o están pensando trasladar su radicación fiscal fuera de la Argentina. Esta nueva intervención papal vuelve a poner en evidencia el profundo sentido espiritual de su prédica en los temas de la fe, pero se presta al disenso cuando ahonda en cuestiones temporales.