El legado de María Elena Walsh
- 3 minutos de lectura'
Conectar con el niño que todos llevamos adentro puede ser un desafío. Un nuevo espacio en el partido de Morón, a cuadras de la Estación Ramos Mejía, permite adentrarse en el que fue el hogar de María Elena Walsh. La fundación que lleva el nombre de la artista donó parte del archivo a la flamante Casa Museo. A través de juegos, actividades, magia y visitas guiadas se recorren las canciones que marcaron la infancia de tantas personas, en un espacio interactivo que recrea y reconstruye su valiosa vida y obra.
La vigencia de sus canciones no decae. Cómo no recordar aquel mundo del revés en el que tantas veces nos reconocemos, o su habilidad para pintar el color local, ya sea a través de la tortuga Manuelita, la vaca de Humahuaca y la maravillosa Serenata para la Tierra de Uno, que hoy duele especialmente en quienes buscan un futuro fuera del país.
Pensadora y observadora crítica de su tiempo, de filosas opiniones, la cantautora fue un ícono del feminismo. “Poca gente más machista que algunas mujeres”, dijo con razón al publicar en 1980 en la revista Humor “Sepa usted por qué es machista”. Su defensa de la igualdad de oportunidades y la condena a la discriminación, tan razonables ambas, poco tienen que ver con muchos de los radicalizados planteos de hoy hay respecto de los hombres y la maternidad. Ciertamente, no fue esa la mirada de María Elena, capaz de dedicar a los niños tantas inolvidables canciones en las que jugó hábilmente con palabras y notas. Su compromiso con la educación infantil la llevó a dar conferencias sobre la importancia de la poesía como estímulo para la imaginación en la primera infancia.
Al repasar su vasto repertorio, “Como la cigarra” nos insta hoy como ayer a seguir cantando para no perder la esperanza. También conserva plena vigencia su “Oración a la Justicia” que escribió durante la presidencia del general Lanusse: “Señora de ojos vendados que estás en los tribunales sin ver a los abogados, baja de tus pedestales, quítate la venda y mira cuánta mentira. /Actualiza la balanza y arremete con la espada, que sin tus buenos oficios no somos nada. /Lávanos de sangre y tinta, resucita al inocente y haz que los muertos entierren el expediente. /Espanta a las aves negras, aniquila a los gusanos y que a tus plantas los hombres se den la mano. / Ilumina al juez dormido, apacigua toda guerra y hazte reina para siempre de nuestra tierra. / Señora de ojos vendados, con la espada y la balanza a los justos humillados no les robes la esperanza. / Dales la razón y llora, porque ya es hora”.