El legado de Borges
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La muerte de María Kodama, acaecida el 26 de marzo último, despertó enorme interés por saber quién o quiénes serán sus herederos y, por consiguiente, el nuevo titular de los derechos intelectuales sobre la obra literaria de Jorge Luis Borges, a la que la comunidad cultural argentina considera parte del patrimonio nacional.
Desde el punto de vista legal, los derechos de autor sobre esa obra, que manejaba María Kodama, permanecerán en el dominio privado hasta que se cumpla el plazo de setenta años contados desde la muerte de Borges, ocurrida en 1986. Solo luego de ese término pasarán al dominio público, según lo marca la ley de propiedad intelectual.
Mientras no trascienda más información –por ejemplo, si existe o no un testamento válido o si María Kodama no hizo cesión de esos derechos previamente a la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que ella presidía–, no se develará el misterio acerca del destino del legado del escritor.
En un primer momento se creyó –en función de sus propias declaraciones– que María Kodama no tenía herederos forzosos. En ese caso, sin un testamento ológrafo o protocolizado en Ginebra, París o Buenos Aires y presuponiendo que la difunta no hubiera transferido sus bienes en vida, esta última ciudad sería la legítima sucesora de la obra y los derechos intelectuales de Borges, ante la existencia de una herencia vacante.
Pero en el expediente sucesorio se han presentado cinco sobrinos, hijos de un hermano de María Kodama, que revestirían el carácter de parientes dentro de cuarto grado, por lo que serían sus herederos legítimos, aunque no forzosos. En otras palabras, si hubiera bienes a nombre de María Kodama y no existiera un testamento –lo que determinará el juez de la sucesión–, una vez debidamente acreditado el parentesco de dichos sobrinos, estos la heredarán. El expediente sucesorio ya no puede ser consultado.
No es fácilmente imaginable que María Kodama haya dejado de tomar todos los recaudos legales para preservar el patrimonio recibido del ilustre escritor, cuyos derechos de autor son muy valiosos. En su momento, al testar Jorge Luis Borges, que la instituyó heredera, María Kodama tomó muchos recaudos para evitar posibles impugnaciones. Como Borges era ciego, tres escribanos actuaron como testigos.
Sin embargo, al haber sido redactado una semana antes de partir a Ginebra –de donde Borges ya no regresaría– y en el que se privaba a su ama de llaves Epifania Uveda (Fanny) de todo derecho, pese a que según un testamento anterior esta compartiría la herencia con María Kodama en partes iguales, ello motivó algunos cuestionamientos que finalmente no prosperaron.
De allí que resultaría sumamente extraño que María Kodama no haya tomado aquí o en el extranjero disposición alguna sobre tan importante patrimonio, ya que las cuestiones testamentarias no le eran para nada ajenas.
Habrá que esperar la evolución del juicio sucesorio para conocer el destino final del legado del gran escritor. Es de desear que, en el futuro, este no quede ajeno al acceso de estudiosos e intelectuales. Debe recordarse que en alguna ocasión se destinaron fondos públicos para adquirir colecciones de revistas literarias y primeras ediciones de Borges, que se entregaron en custodia a la Fundación Borges para evitar su salida del país y permitir libremente su consulta. Cualquier decisión que afecte ese “destino argentino” sería tremendamente perjudicial para el patrimonio cultural de la Argentina.