El genocidio armenio
Mañana se conmemorarán 105 años de uno de los hechos más aberrantes y muchas veces olvidados del siglo XX: el genocidio del pueblo armenio por parte del Imperio Otomano, martirio que tuvo lugar entre 1915 y 1923.
El comienzo de ese holocausto se registró el 24 de abril de 1915, cuando las autoridades turcas detuvieron a 235 miembros influyentes de la comunidad de armenios en Estambul, mientras que, en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a más de 600 dirigentes e intelectuales.
Posteriormente, el 29 de mayo de ese año, con la llamada ley Tehcir, una disposición del gobierno central que ordenaba la deportación de toda la comunidad armenia, se originó una marcha forzada por cientos de kilómetros a través del desierto, lo que desencadenó la muerte de la mayoría de los deportados a causa de maltratos y vejaciones, hambre y sed.
Esta cruel decisión política fue tomada al amparo de la gran convulsión mundial desatada por la Primera Guerra Mundial y como conclusión de un largo proceso de reacciones xenófobas en el que estuvo inmersa la sociedad turca a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XIX.
Fuentes oficiales de la República de Armenia, país independiente desde 1991 situado en el Cáucaso meridional, estiman que fueron exterminadas más de un millón y medio de personas en ocho años y otras 600.000 fueron deportadas, muchas de las cuales emigraron a Europa, América y Asia.
Aunque el gobierno de la República de Turquía, sucesora del Imperio Otomano, debió reconocer a regañadientes que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, sino que sostiene que el exterminio masivo se debió a luchas interétnicas, a enfermedades y al hambre durante el confuso período de la Primera Guerra.
A pesar de esta tesis, la gran mayoría de los historiadores, entre quienes se incluyen algunos intelectuales turcos, opinan que los trágicos hechos corresponden a la definición actual de genocidio, por lo que se lo considera el primero del siglo XX y el segundo más estudiado, después de la Shoá.
Hasta el momento, al menos 30 países han reconocido el genocidio; entre ellos, Alemania, Francia, Holanda, Rusia, Estados Unidos, Uruguay y la Argentina.
Ya en el siglo XXI, la conmemoración de este trágico período debe servir para concientizar a los pueblos respecto del horror de este tipo de hechos para que no se repitan nunca más ni en ningún lugar las persecuciones por diferencias políticas y religiosas o por xenofobia.