El furibundo diputado Tailhade
Las agraviantes expresiones del legislador kirchnerista contra el periodista Joaquín Morales Solá no hacen más que confirmar su absoluta intolerancia y sus métodos violentos
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Organizaciones representativas de la prensa argentina han puesto en su lugar al diputado oficialista Rodolfo Tailhade por haberse desmandado en manifestaciones contra un periodista cuyo prestigio es inmenso en relación con lo que se sabe de la trayectoria de este provocador serial.
En el último entre varios casos de igual naturaleza, el diputado nacional Tailhade, representante de la provincia de Buenos Aires y abogado con experiencia en el fuero penal, ha pretendido agraviar, con palabras sucias, nada menos que a Joaquín Morales Solá. Ha sido esa su reacción, la única tal vez que quepa en un cuadro de modestas posibilidades personales, frente al comentario en que nuestro afamado columnista cuestionó la arbitraria decisión por la cual Tailhade pidió públicamente las declaraciones patrimoniales de 25 fiscales.
Ese intento disparatadamente soterrado de intimidar a funcionarios judiciales que se hallan en la mira del kirchnerismo ignoró que tales declaraciones se hallan al alcance de un periodista, con tal de que se preocupe por reclamarlas en el ámbito correspondiente. Primero, pues, la bravuconada, de la que excluyó sin explicación alguna a otros fiscales y, segundo, los insultos inadmisibles a Morales Solá por las críticas vertidas en su última columna en LA NACION, en ejercicio de facultades esenciales del oficio.
Tailhade fue inspector de personas jurídicas a fines del último gobierno de Cristina Kirchner, que concluyó en medio de escándalos abrumadores por corrupción pública. Desde esas funciones, atacó a otro periodista de señalado prestigio de LA NACION, Hugo Alconada Mon, y volvió a hacerlo hace unos días, como quien no olvida fácilmente lo que no le gusta. No le gustó que Alconada Mon, ocupándose del affaire Ciccone –el escándalo que involucró a Amado Boudou-, le indilgara en su momento el bloqueo del Registro Público de Comercio, el extravío de expedientes comprometedores para funcionarios de la época y la remoción de personal avezado pero que le resultaba desafecto.
En el estilo punta de lanza que dejan a su cargo otros legisladores y miembros del Poder Ejecutivo más cautos, aunque no necesariamente mejores, Tailhade amenazó también al periodista Luis Majul. Lo hizo en términos que impulsaron a este a formular una denuncia. El violento diputado no se privó tampoco, en relación con Majul, de pronunciar improperios que no reproducimos en homenaje a nuestra postura editorial sobre la farsa que significa el supuesto lawfare invocado por el kirchnerismo para salvar a sus socios fundadores de los juicios por corrupción que enfrentan en la justicia.
La estrecha relación que se le atribuye a este diputado con el ministro de Justicia nada ayuda a corregir la mala impresión que este ha producido con sus palabras desde el momento de su designación. Por más impetuoso que sea Tailhade, por más que siga en sus más conflictivas intervenciones públicas un papel trazado desde la conducción del Frente para Todos, el ministro Martín Soria, si es de verdad su amigo, podría tomar nota sobre cuál es el tipo de circunstancias precisas en que aquel pierde los estribos de manera tan alarmante y nada usual en la política nacional ni siquiera entre los más enconados adversarios.
Acaso el consejo de un amigo lo lleve a recuperar algo de serenidad. Mientras esperamos que eso ocurra, vaya nuestra afectuosa solidaridad con los colegas tan desaprensivamente afectados.