El escandaloso caso Kueider y la viga en el ojo ajeno
Llama la atención que distintos sectores estén tratando de sacar tajada política de hechos delictivos que se reiteran, pero que no condenan cuando deben
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La detención del senador nacional Edgardo Kueider, en Paraguay, mientras conducía un vehículo en el que trasladaba más de 200.000 dólares, 646.000 pesos y casi 4 millones de guaraníes sin declarar –montos que exceden groseramente el tope permitido para sacar dinero del país– va mucho más allá de la investigación de un delito cometido en flagrancia. Su accionar ha puesto sobre la mesa de debate otras muchas situaciones iguales o más escandalosas que tirios y troyanos de la política han procurado casi siempre esconder bajo la alfombra a la espera de que nadie la levantara, brindándoles a los sospechosos el amparo de fueros que jamás fueron concebidos para convertir el Congreso en una madriguera de delincuentes.
Ha destapado también la gran olla de la hipocresía de cierta parte de la dirigencia política que se rasga ampulosamente las vestiduras sobreactuando una ética de la que carece.
La enumeración de un puñado de reacciones da acabada cuenta de lo dicho. Rápida de reflejos, no bien se enteró de la detención de Kueider, la expresidenta Cristina Kirchner, quien en las elecciones de 2019 compartió boleta, fotos y actos partidarios con ese senador, usó las redes sociales para, en el lenguaje barriobajero que viene acentuando desde hace tiempo, dirigirse al Presidente: “¡Che, Milei! A vos que decías que venías a terminar con la ‘casta’, te quiero avisar que los 33 senadores y senadoras peronistas piden sesión para remover al senador argentino que está preso en Paraguay. Fijate que tu vicepresidenta no se olvide de convocar a sesionar y que tus seis senadores bajen al recinto para dar quorum. ¿O Kueider es tuyo y lo van a dejar seguir siendo senador porque tienen miedo de que hable?”. Parecería que con esta última expresión la exmandataria estuviera proyectando alguna experiencia personal o dando un mensaje para la interna partidaria.
Lo que sí está claro es que el kirchnerismo pretende desprenderse de un hombre de sus filas como quien se quita una miga del pantalón, empezando por lanzar a Kueider de un garrochazo a la vereda libertaria por haber votado en favor de la Ley Bases. Públicamente, habla de la compra de su voto por parte del Gobierno sin tener pruebas al respecto, solo la intención de instalar el relato que más le conviene para conseguir un voto fiel en el Senado. De concretarse la expulsión de Kueider –quien en la página oficial del cuerpo sigue figurando como integrante del Frente de Todos–, lo reemplazará la camporista Stefania Cora hasta completar el mandato que concluye el 10 de diciembre de 2025. Es decir, Cristina Kirchner y sus acólitos tendrían asegurada la fidelidad que Kueider les retaceaba y pasarían a contar con 34 votos de los 37 que se necesitan para habilitar el quorum y sancionar a su gusto numerosas leyes.
Otro de los botones que sirven de muestra a este tipo de reacciones que el peronismo en sus históricas variantes no ha tenido con otros imputados, procesados y hasta condenados –Carlos Menem y la propia Cristina Kirchner, por ejemplo, ya sea ocupando un cargo o pretendiendo ocuparlo para ampararse en fueros– es que cuando hace poco tuvieron la oportunidad de transparentar los procesos eleccionarios con la tan necesaria como demorada sanción de la ley de ficha limpia, prefirieron desaparecer del recinto de Diputados. Habrá que decir que no fue el único sector. Ocho legisladores de La Libertad Avanza y varios de otros sectores tampoco garantizaron que se llegara al quorum. El Gobierno lo justificó en que prontamente presentará su propio proyecto de ficha limpia, no obstante haber convocado junto con Pro a la sesión finalmente fallida. No le ha sido gratuito al oficialismo semejante desplante.
Otro botón de muestra de cuánto se juega y quiere obtener el kirchnerismo de lo ocurrido con Kueider fue haber anunciado su intención de formar una comisión investigadora en Diputados para indagar sobre posibles irregularidades y la eventual existencia de sobornos a legisladores para que votaran a favor de la Ley Bases. Casi en forma simultánea, el Gobierno hizo trascender que evalúa pedir la destitución de todos los integrantes del Congreso que estén investigados en causas judiciales. Cada paso en una y en otra dirección no hace más que confirmar lo urgente de contar con leyes de transparencia como la de ficha limpia.
Sonó a ampuloso por lo inhabitual que, con la velocidad de la luz, el consejo provincial del Partido Justicialista del distrito de Entre Ríos haya decidido expulsar a Kueider “por el incumplimiento de sus obligaciones, por inconductas, indisciplinas y violación de principios y resoluciones de los organismos partidarios”, cuestiones que ya se le achacaban por haber contribuido a sancionar la Ley Bases. La vieja discusión de a quién pertenecen los votos de los senadores: si al partido o a la provincia que representan parece haber quedado sepultada en esta oportunidad bajo la evidencia de ser hallado con las manos en la masa.
Llama la atención también que nada dijera el kirchnerismo senatorial sobre que tanto Kueider como Guinsel Costa, su detenida asesora y compañera de viaje a Paraguay, ya estaban siendo investigados por enriquecimiento ilícito. Según dieron cuenta investigaciones periodísticas, la Justicia de Concordia indaga al menos desde abril pasado la posible comisión de delitos de corrupción del senador, con inicio o génesis en sus épocas en las que era funcionario provincial: Kueider fue secretario general de la gobernación entrerriana del peronista Gustavo Bordet (2015-2023).
Queda por señalar que el Senado debe decidir ahora si expulsa o no a Kueider, quien anteayer pidió licencia. Y queda especialmente esperar que, sean del sector que fueren, los legisladores empiecen a actuar con igual vara ante todos los delincuentes: los pescados in fraganti y los condenados. El caso Kueider es escandaloso, como los de muchos que se espantan al ver la viga en el ojo ajeno, pero nunca la propia.