El ejemplo de Angela Merkel
La pandemia de coronavirus no solo está dejando decenas de miles de muertos y amenazando con sepultar la economía del mundo. También pone a prueba el liderazgo de la dirigencia política mundial y su capacidad de gestión, que, salvo muy pocas excepciones, no ha estado a la altura de las circunstancias.
La mayoría de los líderes no están dando una respuesta común ni liderando una estrategia global para este momento ni para la pospandemia. Tampoco articulan acciones conjuntas para adoptar decisiones que en materia de salud puedan mitigar los demoledores efectos del Covid-19.
Los líderes políticos están obligados a actuar con la mejor información, con la objetividad y responsabilidad de llevar adelante medidas no solo de salud, sino también de carácter económico, laboral y social.
El profesor y escritor israelí Yuval Noah Harari expresó: "Para derrotar una epidemia, la gente necesita confiar en los científicos, los ciudadanos necesitan confiar en las autoridades públicas y los países necesitan confiar entre ellos. En los últimos años, los políticos irresponsables han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en la cooperación internacional". Y agregó: "Como resultado de ello, ahora nos enfrentamos a esta crisis desprovista de líderes mundiales que puedan inspirar, organizar y financiar una respuesta mundial coordinada (...) Sin confianza y solidaridad no podremos detener la epidemia, y es probable que veamos más epidemias de este tipo en el futuro."
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, dijo que la relación entre las grandes potencias nunca ha sido tan disfuncional como ahora, y añadió: "El Covid-19 está revelando dramáticamente que o nos unimos y trabajamos juntos o seremos derrotados por la pandemia".
En el contexto de la crisis del coronavirus, varios liderazgos se han desgastado por una mala lectura de la situación y por errores cometidos en las políticas aplicadas. Otros se han fortalecido, tal el caso de Angela Merkel, quien no dudó en hacer prevalecer un postulado que siempre la acompaña: decir la verdad. Con su frase "el coronavirus es el mayor desafío para Alemania desde la Segunda Guerra Mundial", decidió medidas como la separación social de ciudadanos, testeos en abundancia y el fortalecimiento de la red sanitaria, siempre apoyada en los científicos, alcaldes y gobernadores que la aconsejan.
Tras el aislamiento solidario, presentó la nueva fase para la vuelta a los colegios, así como el trabajo de locales minoristas de poca superficie y de salones de belleza, todo con medidas de desinfección muy estrictas. Recientemente, ante el rebrote de contagios en su país, llamó a la población a cuidarse en extremo y adelantó que no habrá flexibilizaciones que pongan en riesgo lo logrado. Ha estado y sigue al frente del control de la situación.
La falta de políticas comunes ha profundizado la ansiedad y erosionado la confianza en los líderes. Un virus que no reconoce diferencias convoca a la humanidad a revisar los patrones de liderazgo para aunar esfuerzos.