El drama de las mujeres afganas
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Gritando su victoria ante la antigua embajada de los Estados Unidos en Kabul, el 15 del mes último los talibanes celebraron un año desde que recuperaron el poder en Afganistán tras la retirada de las fuerzas internacionales que desembarcaron en 2001 para capturar a Osama bin Laden por los atentados del 11 de septiembre.
A pesar de promesas en contrario, preocupan los retrocesos en materia de derechos de la población femenina en un escenario de crisis económica y humanitaria profunda que afecta a la mitad de los 38 millones de afganos sumidos en pobreza extrema. No se les deja ir a la escuela, se les prohíbe usar taxis, no pueden salir solas a la calle, sin que un hombre –padre, hermano o esposo– sea responsable de su presencia en público, incluyendo su forma de vestir. Para realizar un viaje a más de 75 kilómetros, o incluso salir del país, cualquier mujer necesita un mahram (acompañamiento masculino).
Reiteradamente, nos hemos ocupado de estas cuestiones y de las imposiciones sobre la vestimenta femenina que el régimen fija por decreto, obligando a las mujeres a cubrirse totalmente cuerpo y rostro en lugares públicos.
Afganistán es, además, el único país del mundo que impide actualmente el acceso de las niñas a la educación secundaria. Unos 3,4 millones de niñas y adolescentes están fuera del sistema educativo, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Excluidas de la educación media, con restricciones para acceder a la salud e impedidas de ocupar cargos públicos, se las reprime duramente y se las detiene cuando se manifiestan pacíficamente por sus derechos, como ocurrió recientemente en Kabul donde expresaban “justicia, justicia; estamos hartas de la ignorancia”. Debieron continuar desde sus casas y en las redes sociales.
La directora ejecutiva de ONU Mujeres, Sima Bahous, denunció el retroceso y persistente deterioro que supuso la eliminación de décadas de progreso en igualdad de género en ese país. “Ha sido un año de creciente falta de respeto por su derecho a vivir una vida libre e igualitaria, al negarles la oportunidad de ganarse la vida, el acceso a la atención médica y la educación, y a escapar de situaciones de violencia”, expresó.
La ayuda internacional que financiaba el 80% de presupuesto afgano comienza a reanudarse. La comunidad internacional debe actuar con decisión y firmeza para evitar más atrocidades reivindicando la libertad, dignidad e igualdad y condenando toda crueldad contra las mujeres afganas.