El derecho de decir adiós
Desde 1975, cuando se hicieron cargo del Sanatorio Mater Dei, las Hermanas de María de Schônstatt desarrollan una abnegada misión espiritual y apostólica dedicada a la atención de los enfermos en este centro de indiscutida calidad médica. "Comprometidos con la vida y al servicio de la dignidad humana" es el lema que destaca la página web de la institución, en consonancia con los dictados de una conciencia institucional que siempre hemos de defender.
En estos días, asistimos a un ejemplo por demás edificante y digno de encomio. Si bien hace ya años que la terapia intensiva de la institución se volvió de puertas abiertas para que el familiar pueda estar cerca del enfermo, los peligros del coronavirus habían obligado a separar al paciente con este diagnóstico de su entorno familiar. Frente a tantas noticias sobre muertes en soledad, la hermana M. Teresa investigó sobre numerosas experiencias de acompañamiento cercano brindado en el exterior y entendió que era razonable replicar todas las precauciones que toman los médicos para permitir a un familiar acercarse un paciente aislado por Covid-19. El trabajo coordinado de los equipos multidisciplinarios del sanatorio permitió dar forma así al Programa de Acompañamiento y Contención para atender a un paciente de Covid-19 grave, con dificultades motrices o de edad avanzada, en todas sus dimensiones: psíquica, física y espiritual. Organizar internaciones conjuntas que respeten todo lo posible el aislamiento del enfermo impone, por ejemplo, instalar mamparas que faciliten el contacto visual cuando la enfermedad prolonga extremadamente una internación o augura un mortal desenlace. La condición es que la visita no integre un grupo de riesgo y que sea emocionalmente estable, equipándola y preparándola debidamente para la difícil situación.
Las cifras de contagiados, recuperados y fallecidos son monitor cotidiano de una realidad que golpea en lo más profundo. No hemos de perder de vista que hablamos de personas, de familias que sufren. De vidas.
Desde una mirada integral, la misma institución que recibe entre 2600 y 2800 nacimientos al año, defendiendo el parto natural, ante la llegada de una nueva vida, también aborda el difícil tránsito que impone un desenlace. Capacitar en prevención, contener y acompañar a la familia del enfermo es reconocerlo en su dignidad, mucho más a la hora de facilitar una despedida. Sabemos que no es sencillo ni factible en todos los casos, pero ojalá muchas más instituciones puedan flexibilizar sus protocolos para respetar el derecho de todos a despedirse de su ser querido.