El cuidado del lenguaje
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Quienes amamos el español tenemos una deuda importante de gratitud con quienes velan desde la docencia por la excelencia de nuestra lengua. En su nuevo libro, Alicia María Zorrilla, catedrática y presidenta de la Academia Argentina de Letras, defiende la lógica interna del idioma que mancomuna a los argentinos con los 500 millones de hispanohablantes.
A su vasta bibliografía, suma una obra de título provocativo: ¡¿Por las dudas…?!. “Hoy se busca un lenguaje claro o llano, una sintaxis oral y escrita ágil, despojada de trabas, de artificios y de redundancias, que fluya con naturalidad, que ilumine el mensaje y no entorpezca el contenido”, transcribe Zorrilla. Inmediatamente, corre el velo sobre el nombre del autor de la recomendación: Solon, poeta y estadista, que vivió entre 638 y 558 antes de Cristo. Expone así que los problemas lexicográficos y de índole gramatical que procura resolver no son nuevos, sino congénitos a la humanidad. Muchos no constituían un asunto distorsionante en el pasado del buen escribir y bien hablar, pero sí en el siglo XXI. Luchamos contra ese uso disparatado de la lengua a partir de la desafortunada influencia que ha ejercido en las lenguas romances, como el español, un jactancioso progresismo que arremete contra todas las convenciones establecidas.
La lengua es una creación popular que madura a lo largo de generaciones en las calles; no es el producto artificial de lo que se le ocurra a un grupo de académicos. Tiene una estructura lógica y vocablos que son legitimados por los mayores estudiosos del idioma, según el momento y el espacio en que han regido entre sus hablantes. Zorrilla recuerda con gracia a Ortega y Gasset, para quien la vida era un gerundio y no un participio, pues nos vamos haciendo, como ocurre con el lenguaje. Así es también la lengua, hasta el punto de que la Unesco nos ha definido como seres inacabados, camino de lo que somos.
Capítulo tras capítulo, Zorrilla nos advierte sobre la infinidad de yerros en los que caemos. ¿Por qué “dar a la luz pública” y no “publicar”, que preserva la economía del lenguaje? Y así tantas otras expresiones: “dar abrazos”, por “abrazar”; “dar por finalizado”, por “finalizar”; “hacer acto de presencia”, por “asistir”.
Aborda también el uso erróneo de la puntuación y, en particular, de las comas. “Vengan a comer niños”, frase terrorífica contrapuesta a “Vengan a comer, niños”, en la que una coma restaura el sentido del llamado.
La lengua constituye el corazón de una cultura. Cuidarla con esmero es obligación insoslayable de quienes la hemos recibido en herencia de nuestros antepasados.
Deberían saberlo todos aquellos que desde distintos ámbitos y niveles, particularmente del Estado, pretenden demolerla cuando hablan o cuando rubrican un documento. Confiamos en que no lograrán imponer tan absurdo objetivo.