El compromiso solidario
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En un día como hoy de 1910, en Albania, nacía la Madre Teresa de Calcuta. En homenaje a ella se instauró en la Argentina el Día Nacional de la Solidaridad. De su mano muchos aprendimos que “quien no vive para servir no sirve para vivir”. El inspirador ejemplo de esta santa nos recuerda que no hay mayor felicidad que abandonar el ensimismamiento para acercarnos a los demás generosamente. Tejer redes solidarias ha sido siempre un recurso valioso para salir al encuentro de quienes sufren distintas necesidades, una forma de subsanar esa falla que les dificulta el acceso a todo lo que en justicia merecen.
Una economía en crisis y una pandemia golpean hoy con fuerza devastadora a muchos compatriotas. El Estado ha mostrado una vez más su incapacidad para dar respuesta suficiente a demandas de todo tipo. Ha vuelto a quedar demostrado que el trabajo que desarrollan las organizaciones de la sociedad civil es absolutamente necesario, tanto como el compromiso de una sociedad dispuesta a brindar ayuda al otro. Lamentablemente, resulta aún insuficiente, por lo que nos convoca a redoblar los esfuerzos.
Celebramos en este día los resultados de la colecta anual que con transparencia y profesionalismo acaba de difundir Cáritas. “En tiempos difíciles, compartamos más”, había sido el eslogan que convocó un 73% más de recaudación que en 2020.
La situación del país sería mucho peor en todos los órdenes si no existieran las organizaciones no gubernamentales que orientan recursos públicos y privados, tanto tangibles como intangibles, y que canalizan la vocación solidaria de muchos, para mejorar la capacidad de las instituciones y la calidad de vida.
Si bien las estadísticas son imprecisas, se calcula que hay cerca de 80.000 fundaciones y asociaciones civiles en el país y, según datos aportados por el Estado nacional, solo poco más de 8000 están regularizadas ante la AFIP para operar. Apenas el 10% logran cumplir con los requisitos exigidos por la abundancia de leyes y marcos regulatorios, que lamentablemente no reconocen el rol del voluntariado ni fomentan la necesaria cultura filantrópica que las provea de los fondos necesarios para optimizar sus impactos.
Cientos de miles de corazones solidarios aguardan que, desde el Estado, se liberen las trabas y los obstáculos que hacen más pesada una tarea tan indispensable como insustituible.