El brutal ataque ruso a Ucrania
El mundo democrático, incluida la Argentina, debe reaccionar con firmeza y determinación frente al grave retroceso que significa la agresión de Putin
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Contrariando cínicamente su palabra empeñada en las últimas semanas, Vladimir Putin pateó el tablero internacional de manera tan brutal y desproporcionada como innecesaria. Hasta hace pocos días, le aseguraba personalmente al mundo que estaba retirando efectivos militares de la frontera con Ucrania, cuando en realidad estaba reforzando sus tropas. Hoy, con los masivos ataques que conmueven al planeta, amenaza con provocar una catástrofe humanitaria en Ucrania y ha puesto en vilo a la comunidad internacional, violando los principios más elementales de las Naciones Unidas.
La ofensiva militar ordenada por el gobierno de Rusia contra distintos puntos del territorio ucraniano, no limitados siquiera al área conocida como el Donbass, que comprende a las dos regiones controladas por separatistas, es el hecho bélico más grave desde el fin de la Guerra Fría en el continente europeo.
El propio mensaje de Putin difundido el lunes último, cuando celebró tratados de amistad con las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, proclamadas por los separatistas del este de Ucrania, revela las verdaderas intenciones del líder ruso. El discurso que pronunció ese día lo desenmascaró, luego de semanas en las que venía negando la alternativa de una invasión a Ucrania.
Así como en 2014 anexó Crimea a su inmenso territorio, la Rusia de Putin no parece reconocer fronteras
Quedó claro desde ese momento que el objetivo de Putin va mucho más allá de controlar a las dos regiones separatistas. Concretamente, el presidente de Rusia tildó a Ucrania de ser una nación artificial sin tradición de Estado. Sugirió así que su existencia es un simple error o accidente histórico, como si no tuviese derecho a existir como país independiente, buscando de ese grotesco modo legitimar su violación de la soberanía ucraniana para regar de sangre su territorio.
Así como en 2014 anexó Crimea a su inmenso territorio, la Rusia de Putin no parece reconocer fronteras. Hoy avanza sobre toda Ucrania con despiadados bombardeos y probablemente mañana quiera extender su dominio sobre otras naciones que en su momento integraron la Unión Soviética.
La posibilidad de que Ucrania ingresara a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) habrá sido molesta para Putin. Pero pretender justificar las hostilidades rusas hacia aquel país por esa razón violenta el derecho de cualquier Estado europeo reconocido a elegir su propio destino.
La Argentina no puede volver a equivocarse como durante la Segunda Guerra Mundial
Ayer, el presidente ruso volvió a formular declaraciones temerarias: “A cualquiera que considere interferir desde el exterior, si lo hace, enfrentará consecuencias mayores que cualquiera que haya entrado en la historia. Espero que me escuchen”.
Las condenas a la actitud beligerante del gobierno ruso se multiplicaron a lo ancho de todo el mundo. Pero las sanciones económicas a Rusia anunciadas por el presidente estadounidense, Joe Biden, pueden sonar escasas frente a la dimensión de la provocación liderada por Putin. Esta vez se requerirá una particular firmeza y determinación del bloque occidental, que lamentablemente no se vio ante la anexión de Crimea, actuando siempre dentro del orden internacional.
Tras el error del presidente argentino de visitar a Putin en Moscú, donde cuestionó a los Estados Unidos y dijo que la Argentina podía ser una puerta a Sudamérica para Rusia, el comunicado que ayer emitió la cancillería argentina enderezó algo la posición de nuestro país. Señaló esta declaración que, fiel a los principios más esenciales de la convivencia internacional, nuestro país rechaza firmemente el uso de la fuerza armada y llama a la Federación de Rusia a cesar sus acciones militares en Ucrania.
La ambigüedad de la política exterior argentina había vuelto a instalarse anteayer, durante la sesión plenaria de la Organización de las Naciones Unidas, cuando el representante permanente alterno de la Argentina, Fabián Oddone, puso especial cuidado en no mencionar a Rusia, al instar a apegarse a los principios internacionales y a “redoblar los esfuerzos de acercamiento diplomático para aliviar tensiones”.
El gobierno argentino tiene una gran responsabilidad frente a este conflicto. Por un lado, no puede avalar la premisa de la autodeterminación de una población que esgrime Putin, como los británicos con las Islas Malvinas, para intervenir en defensa de las autoproclamadas repúblicas independientes del este de Ucrania. Por otro lado, debe dejar de dudar sobre si nuestro país es o no es parte del mundo occidental y democrático. No puede volver a equivocarse como durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial y apostar a profundizar su aislamiento internacional.
El mundo democrático no puede consentir la agresión rusa. Y la Argentina tampoco.