Ejecuciones intimidatorias en Irán
Es necesario que la comunidad internacional y la FIFA repudien enfáticamente la condena a muerte para un futbolista iraní y otras atrocidades del régimen de ese país
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Las protestas que estallaron en Irán a mediados de septiembre a partir del asesinato a manos de la policía de la joven kurda Mahsa Amini, arrestada por llevar mal su velo, no cesan y miles de personas han sido arrestadas y condenadas. Las represalias que impone el régimen de la llamada República Islámica a miembros de distintos grupos étnicos y clases sociales ante una creciente indignación internacional, no suscita el rechazo con la fuerza y la vehemencia que la situación demanda. “Un desprecio sin límites por la vida humana”, en palabras de la ministra alemana de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock.
El poder judicial iraní reconoció que más de 200 personas habían muerto en la represión, y los activistas denuncian que fueron más del doble y que se suman a los que enfrentan cargos con penas capitales, torturados también en las cárceles. Los ahorcamientos públicos están a la orden del día y la imagen de un primer condenado colgando de una grúa, Majidreza Rahnavard, con las manos atadas tras supuestamente matar a un paramilitar en una manifestación, amenazan con volverse moneda corriente. Amnistía Internacional advirtió que los jóvenes Mahan Sadrat, Sahand Nourmohammadzadeh y los raperos Saman Seyedi y Toomaj Salehi, también serían inminentemente ejecutados.
La ONG Iran Human Rights (IHR), con sede en Noruega, reporta que las condenas son producto de confesiones coaccionadas en juicios injustos con espectaculares fines ejemplificadores, carentes del debido proceso e instrumentadas de manera rápida. Manifestaciones sin precedentes han adquirido un marcado tinte político, no solo en defensa de los derechos y las libertades, sino también pidiendo la caída de un régimen que, en busca de su salvación, apuesta a sembrar el terror y amenaza con ahorcar a unos 20 iraníes por participar en las protestas.
En los últimos días, un famoso futbolista, figura de la liga iraní que participó de las protestas en defensa de los derechos de las mujeres, fue acusado por el régimen de “estar enemistado con Dios” y su destino es el ahorcamiento público. Detenido desde el 18 de noviembre, Amir Nasr-Azadani, de 26 años, está sospechado de haber participado en la muerte de un agente de seguridad. El repudio y la solidaridad de la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales (FifPro), el sindicato que nuclea a 66 instituciones a nivel mundial, no se hicieron esperar. Las redes sociales se han hecho eco del drama. Peticiones desde plataformas como Change.org (https://chng.it/jNvnTMxv y https://chng.it/w8n9pYQvhf) entre otras, suman ya más de 900 mil firmas para impulsar que la FIFA intervenga y evitar la ejecución del jugador a manos de la dictadura teocrática iraní. La final del Mundial de Fútbol entre las selecciones de Francia y la Argentina que se disputará hoy ofrece la posibilidad de dar mayor visibilidad a la cuestión y se espera que puedan ser los integrantes de los equipos a enfrentarse los que emprendan algún gesto de apoyo humanitario hacia su colega. De hecho, todas las asociaciones deportivas deberían excluir a Irán ante estas atrocidades.
Mientras la ONU removió a la República Islámica de Irán de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el silencio cómplice de numerosos gobiernos se vuelve estruendoso. El del nuestro, junto con el de otros países latinoamericanos, preocupa y confirma una vez más la irracionalidad de quienes conducen nuestros destinos. Impulsores de falsas ideologías de derechos humanos, continúan apostados en el lugar equivocado del mapa y asociados a quienes pisotean las libertades sin ambages.