Educar, no adoctrinar
Demasiado han perdido nuestros alumnos en materia educativa para que, además, se pretenda adoctrinarlos e igualarlos en militancia y fanatismo
Hay cuestiones que, por evidentes, se instalan en el tope de los debates ciudadanos. Es evidente que, por causa de la pandemia, el sistema educativo ha resultado profundamente dañado, más allá del enorme esfuerzo que siguen realizando muchísimos docentes para impartir conocimientos inmersos en una pandemia plagada de dificultades y con nula colaboración de muchos gremios para allanar, junto con las autoridades, el indispensable regreso, progresivo y cuidado, de los alumnos a las aulas. A todo esto se suma el peligroso ingrediente de un deplorable fascismo educativo al que días atrás nos referimos y sobre el que vale la pena seguir advirtiendo.
No se puede dejar de denunciar que en una economía quebrada el gobierno nacional haya asignado partidas para producir y distribuir 18 millones de cuadernillos didácticos a alumnos de escuelas estatales con recomendaciones de lecturas políticamente digitadas. Entre ellas, un proyecto de una legisladora de La Cámpora, un decreto del presidente Alberto Fernández sobre decisiones vinculadas con el sector privado y una nota periodística sobre obras públicas dispuestas por el Gobierno, con declaraciones del ministro del área, Gabriel Katopodis. Setenta años después de que el peronismo empezara a disponer la obligatoriedad en las escuelas de libros, artículos y hasta poesías basadas en el culto al personalismo de sus líderes de entonces, vale la pena recordar a los más jóvenes algunos eslóganes de entonces: "Mamá me mima, Evita me ama"; los "tres amores" de la vida: "Perón, mamita y papá", y "ahora sí viajo en un tren argentino" (en referencia a la nacionalización de los ferrocarriles, en 1948).
La materia Construcción de la Ciudadanía no puede disfrazar burdas prédicas político-ideológicas
El adoctrinamiento se reavivó con fuerza entre 2003 y 2015, durante los gobiernos kirchneristas. Entre otras "actividades didácticas", La Cámpora se ocupó de intentar "colonizar" con su prédica político-ideológica hasta a los chicos de los jardines de infantes, recurriendo incluso a la recreación de la historieta El Eternauta, convertida en Nestornauta, para ser leída en las aulas, mientras desde el canal de televisión Paka Paka se parodiaba a Domingo Faustino Sarmiento y se vilipendiaba a los "gorilas" enfrentados a lo supuestamente nacional y popular.
Cuando las escuelas bonaerenses puedan finalmente regresar a la normalidad perdida, los alumnos de primero a tercer año de la secundaria retomarán sus clases de Construcción de la Ciudadanía, la materia que rige desde 2008 instando a la participación juvenil y a su involucramiento en marchas y movilizaciones para terminar con "los rasgos dominantes del sistema y los privilegios de unos pocos sobre la mayoría". Así lo consignan los manuales para docentes de esa temática aprobados durante la gestión de Daniel Sciolicomo gobernador de la provincia de Buenos Aires. A lo largo de unas 200 páginas no faltan alusiones al Mayo Francés, la Primavera de Praga y el Cordobazo, entre otros ejemplos de momentos en que los estudiantes "se volcaron a las calles" para reclamar "menos autoritarismo por parte de los profesores y adultos, libertad para vivir y expresar sus sexualidades y el fin de la explotación del hombre por el hombre".
Si un estudiante conoce la afiliación política de su profesor, la tarea docente habrá fracasado; un buen profesor debe enseñarles a sus alumnos a pensar por sí mismos y no a pensar como él
No faltan referencias a los jóvenes guerrilleros de los setenta ni "a los movimientos de resistencia en distintas partes de América Latina como respuesta a las injusticias sociales, a los gobiernos dictatoriales y a las democracias militarizadas que imposibilitaban la participación política por la vía institucional". Como es de suponer, no se menciona la nula importancia que aquella gestión educativa le asignó al concepto del respeto a la autoridad, tan indispensable y aun hoy tan peligrosa y convenientemente cuestionado.
Se dice que si un alumno conoce la afiliación política de su profesor, la tarea docente habrá fracasado, pues un buen profesor debe enseñarles a sus alumnos a pensar por sí mismos, no a pensar como él. Instruir a los jóvenes para que participen en política siguiendo criterios exclusivos de un determinado sector ideológico no es alentarlos a ser ciudadanos libres, respetuosos y responsables. Es adoctrinarlos.
Adoctrinar a nuestros niños y jóvenes alimentando en ellos la conflictividad, la militancia y un ciego fanatismo es dejar en manos de una facción el futuro de la Nación
Deberíamos empezar por enseñarles a respetar la ley, a reconocer la autoridad, a disentir con respeto hacia quien piensa exactamente lo contrario. Enseñarles a que la búsqueda de consenso enriquece y fortalece, mientras que el enfrentamiento permanente debilita.
Ya han perdido demasiado nuestros niños y jóvenes en materia educativa. No hay tiempo que perder. Debemos retomar la senda de la mano de una educación que contribuya a desarrollar en los jóvenes sus potencialidades, preparándolos para superar inequidades. Adoctrinarlos alimentando en ellos la conflictividad, la militancia y un ciego fanatismo es entregar a una facción el futuro de la Nación.