¿Dónde aprendió Donda?
El cargo que ocupa la titular del Inadi exige una conducta ejemplar y transparente, opuesta a la que manifestó con su empleada doméstica
La pregunta con la que se titula este editorial se la formulan quienes conocieron a Victoria Donda hace diez años, cuando era una suerte de paladín de los derechos humanos y la lucha contra la corrupción.
Una década después, hasta algunos de sus amigos sospechan que anduvo en malas compañías, aprendiendo de ellas a utilizar aquel discurso ético para fines más prácticos que proponer transformaciones e insuflar emociones. Por lo visto, aprendió la ventaja del "relato" como cobertura épica para usar el Estado… en su provecho.
Victoria Donda, antes diputada nacional y ahora titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), fue denunciada por el presunto delito de tentativa de defraudación contra la administración pública por haberle ofrecido a su empleada doméstica Arminda Banda Oxa un contrato en el Inadi y algún plan social, para que renuncie a su trabajo sin pagarle indemnización.
El abogado de Banda Oxa manifestó que ella trabajó para Donda 14 años, casi la mitad de su vida activa, diez de ellos "en negro" y los últimos cuatro, registrada con un monto menor al real. Según los recibos, desde 2016 hasta 2021 la funcionaria nunca habría reconocido "en blanco" la totalidad de los sueldos pagados, incumpliendo la ley y omitiendo parte de las contribuciones sociales.
¿Dónde habrá aprendido Donda? Sin duda, no aprendió del fallecido Hermes Binner, ni de Norma Morandini, sus socios del Frente Amplio Progresista. En 2011, Donda respondía al paradigma de la izquierda idílica e incorruptible. Con fogosidad criticaba a "los funcionarios que se enriquecen y viven en Puerto Madero". En particular a la expresidenta, por actos de corrupción.
Y llegó a presentar una denuncia contra ella y Guillermo Moreno por "asociación ilícita, malversación de caudales públicos, defraudación contra la administración pública y delito contra el orden económico y financiero". No muy diferente a Alberto Fernández y Sergio Massa, quienes también se desdijeron de antiguos dichos, para someterse a la autoridad de la actual vicepresidenta de la Nación.
¿Dónde habrá aprendido Donda? ¿De Amado Boudou, quizás, quien se enriqueció y vivió en Puerto Madero? Entre otros episodios que tal vez no trasciendan nunca, además del escándalo Ciccone, el exvicepresidente demostró ser experto en falsear firmas, domicilios, certificaciones y valuaciones, para evitar compartir con su exesposa un automóvil que era bien ganancial. Y por eso fue condenado, aunque ahora se pretenda considerar esos burdos delitos como lawfare y se proponga su indulto.
¿Dónde habrá aprendido Donda? Su agrupación Somos es, esencialmente, feminista. Y ello implica un trato igualitario a la mujer, evitando cualquier viso de sometimiento, aun ante personas de su propio sexo que pudiesen aprovecharse de una situación desequilibrada. Arminda Banda Oxa, su empleada boliviana que la propia Donda califica como "vulnerable", nunca habría estado durante los años de relación laboral con ella en condiciones de exigirle nada a la exdiputada nacional que ostentaba y ostenta atributos del poder público. Una relación asimétrica, que se advierte con un mínimo de sensibilidad y en la que debería haber reparado quien se consideraba una líder del feminismo y los derechos humanos en la Argentina.
Al promulgar la ley 26.844 de 2013, con el nuevo régimen para el personal de casas particulares, Cristina Kirchner, emulando a Evita, pretendió aturdir los oídos de las matronas porteñas anunciando: "Que se entere todo el mundo, los derechos en la Argentina son cada vez más para todos". Y enfatizó, como si se refiriese a la propia Banda Oxa: "Que esa actividad las convierte en más invisibles, desvalidas, desprotegidas, y a nadie le preocupaba".
¿Dónde habrá aprendido Donda? Pues haciendo caso omiso de ese discurso, se comportó –según la denuncia– como una de las denostadas matronas, al mantener a Banda Oxa en la oscuridad del empleo "en negro". Invisible, desvalida y desprotegida hasta regularizarla, a medias, en 2016.
Todos esos interrogantes tienen un contenido ético frente a la trayectoria personal de Victoria Donda. Pero la denuncia mencionada demostraría que la líder feminista ha traspuesto el ámbito de la condena moral para merecer entrar de lleno en Comodoro Py, al igual que muchos de sus actuales aliados, en distintos procesos penales por corrupción.
Donda no tiró bolsos en un convento, ni tiene cuatro millones de dólares en una caja de seguridad bancaria, ni desvió fondos públicos en su provecho. Lo que hizo con la empleada fue moneda corriente en todo el país hasta el dictado de la ley sobre el personal del servicio doméstico. Y ofrecer a parientes o amigos un trabajo en el Estado es habitual en todos los organismos públicos, como ella misma declaró que lo hace en el Inadi. Y ni qué hablar del Congreso Nacional, donde se desempeñó 12 años, mediante la designación de asesores.
Pero Victoria Donda no es una funcionaria común. Tampoco podría decirse que integra el plantel de los "funcionarios que no funcionan". Más bien, todo lo contrario: sigue el ejemplo. El cargo que ocupa es también simbólico y de ella se exige una conducta transparente y ejemplar. Más allá del resultado final de un proceso penal, la descalifica su intento de transferirle al Estado el costo de su responsabilidad laboral, abusando de su poder en el Inadi.
¿Dónde habrá aprendido Donda? Ya alejada de Hermes Binner y de Norma Morandini, solo cabe recordar las palabras de Sancho Panza, cuando le dijo al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha: "Aquí encaja bien el refrán de dime con quién andas, decirte he quién eres".