Destacada actuación del deporte argentino
Está probado que cuando hay una decisión oficial de apoyar proyectos deportivos, con el tiempo se obtienen logros significativos y perdurables
La actuación de la delegación argentina en los recientes Juegos Panamericanos en Lima fue una de las más trascendentes, al cosechar un total de 101 medallas, para ubicarnos en el sexto puesto continental.
Salvo el desempeño como anfitriones en Buenos Aires 1951 y en Mar del Plata 1995, con la lógica mayor participación de atletas argentinos en las competencias, se trató de los mejores resultados de una representación nacional en este tipo de competencias panamericanas.
Si bien existen voces que, con fundamento, niegan que haya sido exactamente el mejor desempeño como visitante, por cuanto en México 1955 y en Chicago 1959 la Argentina quedó segunda en la tabla, solo superada por los Estados Unidos -con menos medallas, porque también se competía en menos disciplinas-, nadie puede objetar que lo logrado en Lima es una muy buena noticia para el deporte argentino.
En la cita limeña se recogieron 32 medallas doradas, 35 de plata y 34 de bronce, un conjunto de 101 preseas que abarcaron deportes en los que existe un clásico liderazgo regional. También hubo sorpresas o logros en deportes no tradicionales en nuestro país. Otro dato no menos destacable es el predominio argentino en deportes colectivos, lo que evidencia que el trabajo en equipo puede también ser un valor central en un país acostumbrado al brillo individual.
A pesar de las dificultades para conformar un equipo competitivo, la delegación del fútbol masculino se alzó con la medalla dorada al derrotar a Honduras en la final, al tiempo que en el hockey los planteles argentinos pusieron sus sellos en lo más alto del podio. Lo mismo sucedió, en las categorías de varones, con el rugby, el handball, el voleibol y el básquetbol. En este último, el equipo participó con un plantel que se prepara para el próximo Mundial de China. No podemos no mencionar el sabor amargo que dejó la descalificación del plantel femenino de básquet, Las Gigantes, fruto de un desafortunado error de organización y no de sus jugadoras. También el remo y el yachting cumplieron con creces con su tradicional presencia en nuestro medallero, mientras que el softbol, deporte sin gran desarrollo territorial en el país, del que la Argentina es campeón mundial, aportó otro oro.
Más allá de contar con una joven representante como Delfina Pignatiello, que llegaba como gran candidata y que fue indiscutiblemente la sensación de los Juegos, con sus tres medallas doradas, el staff de natación superó todos los pronósticos.
Desde los juegos de Winnipeg (Canadá), en 1999, que no terminábamos por encima del séptimo puesto en la tabla por países, por lo que seguramente los Juegos Panamericanos de Lima 2019 serán recordados por la gran actuación de la delegación argentina.
Podemos preguntarnos si este logro es consecuencia de una política sostenida o si solo obedece a una camada especial de deportistas que confluyeron desde distintas disciplinas.
Hacia 2009, la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), que recibía el 1% de la facturación de telefonía, fue un sustento fundamental, aunque aún insuficiente, para los deportistas de elite. No obstante, como sucede en todos los procesos de este tipo, ver los frutos siempre lleva tiempo. Hoy, el Enard ya no recibe aquel porcentaje. Desde 2017, percibe una suma fija prevista en el presupuesto del Estado.
Está probado que cuando hay una decisión oficial de apoyar proyectos deportivos se obtienen logros significativos que pueden perdurar más allá de situaciones puntuales. Un ejemplo es la inversión que se hizo para descollar en los Panamericanos de Mar del Plata en 1995, cuyos frutos se extendieron hasta Canadá 1999.
Debemos también destacar que constituye un error medir los triunfos exclusivamente en cantidad de medallas, más allá de los beneficios que encierra la favorable repercusión periodística en términos aspiracionales para quienes celebran tan buenos ejemplos. Lo más relevante es que lo ocurrido despierta mayor adhesión y amplio interés por las prácticas deportivas en la población. Dado el enorme valor del deporte como herramienta de transformación social y reaseguro para la salud, promoverlo es muy importante. Es deseable que las medallas sean también consecuencia de un mayor número de deportistas en representación del país, con el insustituible apoyo del Estado y deseosos de alcanzar el oro en lo suyo.
Es imperioso que, más allá de los cambios y vaivenes que impongan distintas administraciones, la política deportiva transite un camino de logros y satisfacciones de manera de llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y a los Panamericanos de Santiago de Chile, en 2023, de la mejor manera posible y con las mejores expectativas.