Despido cantado
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En el Día de Santa Cecilia, patrona de la música, Christian Peregrino, cantante lírico de larga trayectoria local e internacional, recibió una carta de despido del Teatro Argentino de La Plata firmada por su director, Ernesto Bauer, y por Ezequiel Fautario, director de estudios. Ya no cantaría una parte del Requiem de Verdi, próximo a estrenarse.
Muchos recuerdan el agitado paso del entonces candidato Javier Milei por el Teatro Colón en ocasión de la última función de Madama Butterfly, a pocos días del balotaje. Los sones de la marcha peronista sumados a los abucheos de unos pocos asistentes inundaron desde el escenario y el foso el prestigioso auditorio. Esa noche, Peregrino interpretaba a Bonzo.
“Los que entonaron la marcha peronista desde el mítico foso del Teatro Colón, ¿van a renunciar o pueden cometer semejante falta de respeto sin sanciones?”, osó preguntar el cantante en sus redes luego del bochornoso escrache. Entre críticas al gremio de trabajadores estatales de la provincia de Buenos Aires, escribió también: “Compatriotas queridos, entiendan que la democracia es tolerancia y la república es libertad”.
Como corresponde a tiempos de cancelaciones, Peregrino pasó a ser persona no grata para el citado gremio, mientras que la dirección del teatro lo despedía por “agresión y maltrato en las redes”. El sano ejercicio de expresarse libremente volvió a pagar un alto precio, conveniente castigo para disciplinar y acallar cualquier opinión en disidencia, imponiendo para ello el poder corporativo que defiende el pensamiento único. El cantante había osado definirse en X como “anti-K al mango”.
A raíz del episodio, Peregrino fue recibido por el presidente Milei y se explayó sobre las listas negras plagadas de eximios artistas vedados por el kirchnerismo, muchos de los cuales han debido irse del país. Comentó que el propio Bauer le había pedido que no hiciera público el conflicto, pero que él decidió no callarse.
También en estos días se conoció la dolorosa situación que debió atravesar Víctor Bugge, fotógrafo presidencial desde 1978, quien denunció cómo su trabajo fue prohibido durante la gestión de Alberto Fernández. De un día para el otro se le pidió que no mandara más fotos a los medios locales e internacionales como llevaba haciéndolo por años, sumiéndolo en una profunda depresión que pagó en salud. Afortunadamente, su afilado ojo profesional ya ha vuelto a Presidencia.
Desde hace años se escucha hablar de inclusión. Se trata de discursos vacuos a la hora de aceptar al que piensa diferente. No es necesario compartir las mismas ideas, pero sí ejercitar el mismo respeto. Ojalá así lo entiendan quienes llevan tantos años sembrando divisiones y enfrentamientos.