Desigualdades educativas
Las estadísticas confirman que mantener las aulas cerradas por tiempo indeterminado profundiza el deterioro en la formación de niños y jóvenes
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La Suprema Corte de Justicia bonaerense desestimó recientemente un amparo presentado por un grupo de padres de un colegio de San Isidro en demanda del retorno a la presencialidad abandonada el 19 de abril pasado. No fueron los únicos que cuestionaron el decreto del gobernador Kicillof y la resolución ministerial que habilitó esta suspensión en 121 municipios de la provincia. Hubo varios más.
Los reclamos se fundan en que los argumentos para una decisión tan relevante no tienen origen en datos epidemiológicos, sino en estadísticas demasiado genéricas, además de violar la autonomía provincial y de desoír el fallo del máximo tribunal de la Nación, que reconoció la capacidad de la ciudad de Buenos Aires para resolver en contrario. Por su parte, el tribunal provincial argumentó que no es la competencia originaria para el tratamiento del caso.
Menos del 20% de las escuelas primarias públicas brindan clases virtuales
Lo cierto es que, como reiteradamente venimos señalando desde estas columnas, la virtualidad solo alcanza a unos pocos alumnos, mientras un gran número de ellos pierden su vínculo con la enseñanza y se sumergen en un futuro incierto que eleva aún más los índices de deserción, con su tendal de consecuencias negativas adicionales.
El Observatorio Argentinos por la Educación reporta que menos del 20% de las escuelas primarias públicas brindan clases virtuales y que los medios más utilizados son los materiales impresos (34%) y los archivos digitales por medio de correo electrónico o mensajería (29%). Detectaron también que la mitad de las escuelas primarias del Estado proponían actividades los días sin presencialidad, pero que un 25% no lo hacían, restando así continuidad pedagógica cuando los chicos se quedan en sus casas.
Otro dato significativo es el que surge respecto de que el tiempo destinado a la modalidad virtual es sensiblemente inferior a la presencial, además de ser de menor intensidad: el 39% dedica menos de dos horas. Por todo esto, como surge del informe, tres de cada cuatro familias (74%) quieren que la escolaridad sea únicamente presencial una vez superada la pandemia.
Mientras tanto, para ganar tiempo, el gobierno bonaerense y el porteño analizan tanto adelantar las vacaciones de invierno como prolongarlas con el fin de extender la vacunación de docentes y auxiliares, dado que solo la mitad han sido inoculados.
El gobierno nacional habilitó que las provincias también pudieran modificar sus propios calendarios escolares según los indicadores sanitarios de cada caso. Los gobiernos estarían dispuestos a pagar el costo educativo si reportara beneficios epidemiológicos. El inconveniente sería que los alumnos deberían pasar los meses más fríos en las aulas cumpliendo protocolos de ventilación.
Sumergidos en una intensa segunda ola, sin las vacunas prometidas, la educación es sin duda una de las grandes afectadas por la pandemia. Todos los esfuerzos deben concentrarse en instrumentar los protocolos para que las escuelas sean lo último en cerrar y lo primero en abrir, contemplando realidades jurisdiccionales diversas y segmentaciones etarias. Las estadísticas indican que el prolongado cierre del año pasado fue un grueso error que urge subsanar sin más demoras. Nuestros niños no pueden ver así comprometido su futuro.