Desafíos para Casamiquela
Dos hechos temporalmente coincidentes podrían abrir cauces para incluir cambios en la política agraria nacional. Por un lado, la designación del nuevo ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela, un técnico con propensión al diálogo, y, por otro, la renuncia del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, devenido zar de la economía con tentáculos en varias ramas, entre ellas, la política rural.
Casamiquela es un profesional reconocido, quien a poco de recibir su título profesional, en 1973, ingresó en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) para revistar luego en la Estación Experimental del Alto Valle del Río Negro y ser vicepresidente del importante Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). De allí accedió a la presidencia del INTA y, ahora, al ministerio.
Una entrevista de LA NACION permitió conocer sus propósitos y, también, las limitaciones que le impone el kirchnerismo. Por caso, se destaca su intención de aumentar la siembra de trigo, pero sólo indicó que serían varias las resoluciones por adoptar. Ello hace presumir que la necesaria eliminación de las retenciones no sería un instrumento central.
Las resoluciones de su cartera -según aclaró- tomarían en cuenta los análisis por cadenas de valor, un instrumento positivo que comenzará por el trigo, la carne y el maíz. Respecto de los Registros de Operaciones de Exportación (ROE), verdaderos permisos de exportación, se respetarían los ya asignados, en tanto que se revisará el sistema, aunque reconoció que su manejo seguiría siendo administrado por la secretaría de Comercio Interior, lo cual implica lisa y llanamente que no habrá libre comercio. Con respecto a la Mesa de Enlace, puso otra vez en evidencia la absurda limitación política que se le impone desde el centro del poder.
Respecto de las carnes vacunas, su deseo de volver a la relación 80/20 -consumir el 80% de la producción y dejar 20% para la exportación- es una dupla difícil de conciliar sin un contexto de libre comercio. Mencionó también el ministro su interés por el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), con importantes metas de producción para 2020, aunque sin precisar los instrumentos destinados a obtenerlos. Se advierte así que su designación no implica, por ahora, un cambio sustancial de las decisiones indispensables para aumentar la producción agroindustrial.
Por su larga actuación en diversas áreas del INTA, el ministro contará con acceso fluido a informaciones variadas. El éxito de su gestión dependerá no sólo de sus convicciones, sino de su energía para desmantelar los complejos mecanismos creados por el kirchnerismo, cuyos resultados han sido funestos.
Las exportaciones de base agraria, cuyo crecimiento resulta indispensable, representan el 60% del total nacional, pero la creciente producción agraria nacional ha reducido su ritmo de crecimiento, cercano hoy a la parálisis. Resulta indispensable el retorno a ese crecimiento, cuya viabilidad está demostrada por el crecimiento rural de las naciones americanas y otras del mundo (Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile y Perú, Australia y Nueva Zelanda). Ésa es la tarea que se espera de él en el contexto de una administración nacional que, hasta ahora, ha sido deficiente, dispendiosa y contraria al interés general.