Derecho a paternar
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Hace ya tiempo, un sector de la sociedad viene reclamando que las licencias por la llegada de un hijo, tradicionalmente concedidas solo a la madre, se extiendan a los padres, quienes hasta ahora solo gozan de dos días.
Hace unos meses, un grupo de familias movilizado por la Campaña Ciudadana Paternar se acercó al Congreso en apoyo del proyecto de ley conocido como “Cuidar en igualdad”, presentado por el oficialismo, una promesa de campaña del presidente Alberto Fernández. La iniciativa tiende a equiparar las responsabilidades de flamantes padres y madres en relación con las licencias remuneradas y el regreso al trabajo.
La Argentina es uno de los países que menos tiempo de licencia conceden a los padres y que, al igual que en el caso de las madres, se asocia indefectiblemente con su inserción en el mercado laboral formal.
En Finlandia, se concedió el permiso laboral pago por casi siete meses a madres y padres. Lejos estamos de asimilarnos porque tampoco tenemos aquel nivel de bienestar ni de envejecimiento poblacional que se busca contrarrestar.
En el orden nacional hay diferentes normativas. La ley de contrato de trabajo, dictada en los años 70 y testigo de notables transformaciones sociales, contempla 90 días para la madre, con desembolso de la seguridad social, y dos para el padre, a cargo del empleador, pero no incluye a las familias adoptantes ni monoparentales; tampoco a matrimonios igualitarios ni necesidades especiales del menor de edad o de la madre en casos de nacimiento de un hijo con enfermedad crónica, discapacidad o con discapacidad sobreviniente, prematuro o por parto múltiple. En algunas jurisdicciones, incluso, la norma ha incorporado identidades de género para establecer prestaciones para personas gestantes y no gestantes.
El debate en torno a nuevos modelos de crianza pretende superar los estereotipos y los sesgos de género en un contexto de redistribución de los cuidados, refiriéndose ya a licencias familiares que amparan derechos sin obligar a relegar la carrera profesional y proponiendo cambios en la asignación de tareas. Dejar atrás el criterio biologicista conduce también a amparar a los padres adoptantes.
La presencia del padre y de la madre junto al niño debería responder a necesidades que son incluso fisiológicamente diferentes y no a posturas pseudoigualitarias que pretenden equiparar lo inigualable al amparo de consignas más político-partidarias que ejecutables en los hechos.
Al igual que en numerosas otras cuestiones, debe primar la sensatez. Las transformaciones sociales deben reflejarse en las normas, pero no podemos desconocer la gravedad de la situación económica que atravesamos y la necesidad de generar empleos formales en un mercado que ya impone numerosas cargas a los empleadores y con un Estado quebrado que tampoco resiste más erogaciones. Confiemos en que el debate legislativo aporte cordura y ecuanimidad.