Demasiadas piedras en una cartera
La gestión de quienes han sido responsables del Ministerio de Salud acumula un gran número de ejemplos de mala praxis y falta de transparencia
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“Fue una imprudencia. Fue a charlar con un periodista y se relajó”, justificaba el presidente Alberto Fernández a la por entonces viceministra de Salud Carla Vizzotti, en enero último, ante una de las equivocadas estimaciones de la funcionaria sobre la cantidad de vacunados.
Con años de relación y negocios compartidos como proveedores del Estado entre ministro y vice, la complicidad fue lo que primó cuando se supo que Horacio Verbitsky se había vacunado en la sede del ministerio en el microcentro, por gentileza del ministro Ginés González García. También Vizzotti había vacunado a sus padres sin turno acordado: con domicilio en la Capital Federal, fueron vacunados en la provincia.
El escándalo puso el foco sobre un esquema discrecional de vacunación para funcionarios, allegados, militantes, amigos y parientes, una causa que la jueza María Eugenia Capuchetti había archivado parcialmente en julio y que ahora se reabrió a instancias de una apelación. En un contexto de escasez de vacunas, los comprobados privilegios, lejos de constituir una mera falta ética, configuran delitos previstos y reprimidos por el Código Penal.
El Presidente calificó de “imperdonable” lo ocurrido y pidió la renuncia del entonces ministro. Cuál no sería la sorpresa de una ciudadanía contrariada por el vacunatorio vip al enterarse de que la propia Vizzotti, del riñón del renunciante, quedaba al frente de la cartera. Nada asombran este tipo de decisiones cuando la palabra ética no está asociada al plan de vacunación; una saga de anuncios errados, marchas, contramarchas y replanteos cargados de corrupción, falsedades e ideología.
¿Cuántas muertes se habrían ahorrado sin las vergonzosas contaminaciones ideológicas que demoraron el acceso a las vacunas? Han manipulado el miedo, quebrado la economía y abusado de mala praxis sanitaria y estadística
“Estamos con la vacuna rusa porque son los únicos que nos la entregan en tiempo y forma”, justificaban entonces, obligados a morderse la lengua hoy, y sin pasar por alto que, apenas llegaron los primeros lotes, la cartera sanitaria se había reservado un “remanente” de al menos 3000 vacunas. Recordemos también que siempre se conocieron los problemas que el arribo de la segunda dosis de Sputnik auguraba. Más imprevisión. Sobre la norteamericana Pfizer dirían que ponía “condiciones inaceptables” y no menores, como una tan inconsistente como disparatada demanda de entrega de glaciares, sumadas a los cuestionamientos a la palabra “negligencia” que frustraron las primeras negociaciones. Vizzotti no se hizo presente ni envió representante cuando los responsables de la firma concurrieron meses después a informar al Congreso. El organigrama oficial incluyó también las vacunas chinas, afinidades mediante, negociadas por el embajador Sabino Vaca Narvaja, así como las distribuidas por el consorcio Covax y las producidas por “el amigo” Hugo Sigman para AstraZeneca, con las demoras por todos conocidas, sumadas más recientemente también las que fabrica el laboratorio Richmond.
A la larga lista de desaciertos de la cartera sanitaria, no podemos dejar de sumar los hisopados de la vergüenza. El negocio que escondía el sistema reveló una recaudación de alrededor de cinco millones de pesos diarios para una ignota pyme sin experiencia en la materia.
Con Aerolíneas Argentinas –a la que bien podríamos llamar “Aerorruinas Argentinas”– trayendo vacunas en más de 40 vuelos que seguimos pagando todos, la asesora presidencial Cecilia Nicolini y Vizzotti figuraron entre las funcionarias más viajeras. Además de trasladarse a México, Inglaterra y a Italia, la ministra fue en reiteradas oportunidades a Rusia, y también a Cuba, para asistir a los desarrollos científicos de la isla para inmunizar con las vacunas Soberana 2 y Abdala, aunque no se privaron de visitar también allí un centro cultural coordinado por María Santucho, sobrina del líder del ERP, Mario Roberto Santucho, con la excusa de una muestra sobre el impacto del Covid. Es cuestionada también por haber incumplido las cuarentenas que el regreso al país impone a todos los ciudadanos y que le valió una elevadísima multa a Maru Botana, entre otros.
Puesta a devolver favores, Vizzotti defendió al Presidente ante el escándalo suscitado por las fotos del Olivos Gate. “No hay ningún argentino que no haya cometido un error en este contexto de pandemia, lo aceptaron y pidieron disculpas”, destacó, instando a “mirar el todo” para excusarlo. Otro contrasentido.
Mientras tanto, los padres de chicos de entre 12 y 17 años y con factores de riesgo asociados, agrupados en la red VacunaMe, reclaman angustiados por los intervalos vencidos ante la falta de segundas dosis, pues el Gobierno confirma que ya distribuyó el 95% de las dosis de Moderna. En el agujero negro de los cálculos sanitarios rigen sus propias reglas.
Con el argumento del impacto positivo de la vacunación, un comunicado del ministerio en cuestión habló, en un título, de “muertes ahorradas”, pese a los 112.000 decesos. Por ese camino matemático regado de dolorosas piedras, ¿qué porcentaje le cabe a cada funcionario? ¿Cuántas muertes se habrían ahorrado sin las vergonzosas contaminaciones ideológicas que demoraron el acceso a las vacunas?
El infectólogo Eduardo López asesor del Gobierno durante la pandemia, calificó de “fracaso” que hubiera “cinco millones de vacunas en heladeras” con tanta gente a la espera de ser inoculada y ante la amenaza de una nueva ola. Así como desmintió que la cuarentena decretada a nivel nacional haya sido la más larga del mundo, Vizzotti se defendió al negar que las vacunas estuvieran guardadas con algún fin electoral.
Con una absoluta falta de transparencia y una demostrada incapacidad de gestión, las autoridades siguen conduciendo los destinos de la sociedad en pandemia. Manipulan el miedo, quiebran la economía y abusan de una mala praxis sanitaria y estadística que ya se cobró demasiadas vidas. El ejemplo del Ministerio de Salud nos retrotrae a la payasa Filomena. Lejos de disparar sonrisas, dan lástima y vergüenza.