Daño a la memoria histórica
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Aficionados de la fotografía denunciaron que durante el fin de semana del 13 y 14 de abril pasado se inundó, una vez más, el emblemático edificio del Archivo General de la Nación (AGN), dependiente del Ministerio del Interior de la Nación, en su sede de Leandro N. Alem 246. Cerca de 1500 cajas con negativos fotográficos históricos que allí se atesoran se dañaron; entre ellos, material del antiguo diario Crítica, de YPF, de Agua y Energía y del fondo Witcomb, uno de los archivos más antiguos del país con más de mil imágenes que hace tiempo debieron haberse mudado a un lugar seguro.
De nada valen las aclaraciones oficiales respecto de que no habrían tenido que ver las lluvias y que fue por la “vandalización de la red de agua corriente, específicamente el robo del medidor instalado en la vereda”, según confirmó el ministerio. Desde la dirección, por su parte, también pretendieron deslindar responsabilidades afirmando que si las rondas de vigilancia se hubieran cumplido, se podría haber evitado el desastre. El verdadero origen del problema, insistimos, radica en que hace rato que estos valiosos materiales debieron haber sido trasladados a otra dependencia que permitiera asegurar su conservación.
Abel Alexander, presidente de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía considera que fue “una tragedia anunciada”. Desde hace décadas, él y muchos de sus pares, vienen denunciado la desidia del Estado en la preservación del patrimonio y de la memoria histórica de los argentinos. Una parte del archivo Witcomb, compuesto por más de 350.000 negativos de los siglos XIX y XX y que se extiende por 625 metros lineales, se conserva en los subsuelos del histórico edificio del AGN, en los que ingresaron entre 30 y 40 centímetros de agua, donde los viejos caños que recogen las aguas de la lluvia están rotos y los sumideros, repetidamente tapados. El antiguo estudio fotográfico Witcomb, que funcionó hasta 1970, registró a las familias aristocráticas porteñas, a numerosos presidentes, así como vistas, costumbres y paisajes.
Mientras se busca evitar que se peguen fotos con fotos y que aparezcan hongos, contando para ello con profesionales de otras áreas y espacios ante los recortes de personal, el lento y artesanal trabajo de rescate aún no permite estimar verdaderamente el volumen del daño.
Este lamentable suceso asume mayor gravedad al recordar que la misma historia se repite luego de 40 años. En efecto, en 1984 un grupo de investigadores fotográficos promovió la exposición “La colección Witcomb en el Archivo General de la Nación”, integrada por 80 fotografías históricas de la colección, depositadas en el AGN. La muestra buscó, en realidad, denunciar la negligencia del Estado en el cuidado del patrimonio fotográfico del país, ya que miles de negativos habían sido gravemente dañados entonces a raíz de las filtraciones de agua en el sótano donde estaban guardadas.
Como señaló Luis Priamo, renombrado investigador de la fotografía antigua y uno de los organizadores de aquella muestra, la iniciativa fue una especie de autodenuncia del AGN que, por primera vez, accedía a mostrar los daños provocados por décadas de abandono del mayor reservorio documental de la Nación. Al recorrer el subsuelo del AGN, se observaba que la filtración de agua se producía por la rotura de un caño de desagüe pluvial que afectaba directamente el material. Nada ha cambiado 40 años después. La colección sigue en el sótano y se sigue inundando.
Esperamos que el director del AGN, Emilio Perina, brinde una detallada información de lo que se dañó y active un plan de remediación y conservación para que nunca más este valioso patrimonio histórico sufra por la negligencia de los funcionarios y el desinterés del Estado. Perina no puede aducir culpas ajenas o desconocimiento. Cuando ocupó la misma función durante el gobierno de Mauricio Macri inauguró la nueva sede del AGN en Parque Patricios. Ni antes ni ahora se ocupó de rescatar este patrimonio fotográfico mudándolo fuera de los inundables sótanos de la institución. La penosa historia de la colección Witcomb en manos del Estado simboliza, como tantas otras, la decadencia de nuestro país.