Crece el turismo sexual infantil
La Argentina no escapa a un delito especialmente aberrante que, además, recurre al secuestro y explotación de menores
Además de los innumerables encantos que atraen a miles de turistas nacionales y extranjeros -ahora, y por distintas razones, menos que un año atrás-, la ciudad de Buenos Aires presenta un lado oscuro que se ha desarrollado vertiginosamente en los últimos tiempos. Nos referimos al turismo sexual infantil, un flagelo que crece a pasos agigantados y que tiene al territorio porteño como una de las nuevas mecas mundiales de este aberrante delito.
Según un informe de fuentes reservadas de la Policía Federal, son utilizados unos 5000 menores de entre 8 y 17 años, varones y mujeres, con fines de explotación sexual. Se trata del tercer negocio ilícito más lucrativo del planeta, y un problema que afecta gravemente a los niños y niñas de América latina, inocentes víctimas de traficantes y explotadores, con el turismo sexual como una amenaza creciente en la región.
Aunque no existen cifras que indiquen cuántos menores son víctimas de explotación sexual en la región, la Organización Mundial de la Salud estima que, en el mundo, cerca de 150 millones de niñas y 73 millones de niños han padecido alguna forma de violencia sexual. Este delito, que también se relaciona con el turismo, comienza a preocupar a las autoridades nacionales. Y razones no faltan. Según datos de la Organización Internacional para la Migraciones, la Argentina se ha convertido en país de origen, tránsito y destino de esta actividad delictiva, y habría más de 600 mujeres y niñas desaparecidas y secuestradas por las redes de trata para la prostitución. Según el informe, en Buenos Aires, así como en el resto del país, las edades de las chicas, y en menor medida de los chicos traficados, oscilan entre los 12 y 17 años.
Para consumar este aberrante delito existe una prolija red criminal organizada en la que hay buscadores y captadores que eligen a sus víctimas, hacen contacto con ellas, tratan de ganar su confianza y la de su familia, ponen avisos, frecuentan zonas donde hay muchas jovencitas, prometen buenos trabajos, buenos sueldos, estudios, salir de la miseria a toda la familia y en poco tiempo. De ese modo, captan a las víctimas a las que prometen cuidados, amparo y una vida mejor.
La Asociación Civil Casa Encuentro alertó sobre el crecimiento del turismo sexual en la Capital y en la provincia de Buenos Aires en un informe donde señala que la trata de personas en el mundo recauda aproximadamente 32.000 millones de dólares anuales, lo cual la ubica en los primeros lugares del ranking de negocios ilegales, detrás del narcotráfico y el tráfico de armas.
Además, esa institución señaló que las principales provincias de reclutamiento serían Misiones, Jujuy, Salta, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, además de las mujeres que son ingresadas desde Bolivia, Paraguay y República Dominicana. Por otra parte, un estudio de la ONG Save the Children detalla que en la triple frontera de la Argentina, Brasil y Paraguay, 3500 niños son explotados con fines comerciales en burdeles y clubes.
La explotación sexual y comercial de estos menores es lisa y llanamente una violación a sus derechos fundamentales y constituye una de las formas de esclavitud contemporánea. Y si bien no es fácil actuar contra quienes cometen estos delitos, muchas veces porque los niños no se atreven a denunciarlos y otras porque existe corrupción en algunos estamentos de las autoridades locales, se deben seguir haciendo los mayores esfuerzos a fin de crear conciencia en la población para prevenir y denunciar estos hechos. Sólo así se impedirá que haya impunidad para sus autores y para sus cómplices que facilitan información y logística para que estos depravados sexuales puedan llevar a cabo sus inconfesables fantasías.
Es necesario luchar contra esta situación y devolverles a los niños su infancia y procurarles un mejor futuro.