Consumo de cocaína rosa
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La cocaína rosa, conocida como droga de los ricos o del jet set por su elevado precio, recibe nombres variados. El más conocido es el de “tuci” o “tusibi”, una adaptación del inglés 2CB. Es una droga de laboratorio, fabricada a base de compuestos químicos para conseguir el efecto estimulante del éxtasis y el alucinógeno del LSD.
Sus efectos comienzan a los 15 o 20 minutos y pueden permanecer en el organismo entre cuatro y ocho horas. Se experimentan alucinaciones visuales y del pensamiento, pudiendo conducir a terribles estados de pánico. Como con muchas feniletilaminas, quien las consume registra una alteración de los sentidos y de la percepción de espacio y tiempo, devolviendo una sensación de fuerza exagerada y una intensa excitación.
Los consumidores de esta droga psicodélica buscan estados de euforia, con disminución de la sensación de cansancio y sueño, reduciendo el apetito y aumentando la atención. Los riesgos de esta mezcla de sustancias estimulantes, depresoras y psicodélicas pueden ser devastadores para la salud humana. Como otras drogas, la cocaína rosa aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias, mentales y cardíacas, promoviendo el miedo y los trastornos del ánimo.
La primera mentira sobre la cocaína rosa es su propio nombre: no es cocaína. La única similitud es que se comercializa en polvo y se aspira, aunque también se vende en pastillas. Sus efectos dependen mucho de las sustancias y las proporciones vertidas cada vez en su composición. La mezcla más frecuente combina también ketamina, éxtasis y cafeína.
Un informe de la Asociación Antidrogas de la República Argentina (AARA) reveló que su consumo aumentó más del 70% en lo que va de 2024. Claudio Izaguirre, titular de la entidad, ratificó que “la sustancia literalmente enloquece a la persona que la consume. De forma casi inmediata, puede hacer cualquier cosa ya que el grado de excitación es gigante. Hablamos de una sustancia sintética altamente poderosa y destructiva”.
En algunas versiones, la mezcla incluye medicamentos psiquiátricos de la familia de las benzodiacepinas y hasta opioides, analgésicos altamente adictivos.
Las cuestiones vinculadas con estupefacientes presentan un problema complejo que afecta a unos 6 millones de adictos a diversas drogas. La información revelada por AARA debe ser un serio llamado de atención a las autoridades en materia de adicciones y salud pública, para reforzar políticas y programas, especialmente los vinculados a información y prevención.
Además de la inexcusable presencia del Estado, resulta necesario que la sociedad civil redoble los esfuerzos para paliar una situación que preocupa y se agrava. Es fundamental combatir el consumo de todo tipo de sustancias, no solo de estas sintéticas, y advertir, sobre todo a los jóvenes y adolescentes, que su utilización produce daños irreversibles.