Congelamiento de precios: entre el ridículo y la destrucción
Volver a recurrir a una medida que ha probado tantas veces su fracaso revela la falta de un adecuado diagnóstico y de ideas en el Gobierno para enfrentar el flagelo de la inflación
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Mientras dentro y fuera del país se espera la definición de un programa económico para contener una inflación que se estima en el 48% para este año y que además sea creíble, la respuesta oficial ha sido un congelamiento de precios por noventa días, dispuesto por el secretario de Comercio, Roberto Feletti. Comprende unos 1500 productos de consumo masivo, algunos de los cuales ya estaban dentro de Precios Cuidados, e incluye sorprendentemente unas 96 bebidas alcohólicas. Durante este período, militantes del partido gobernante y de los sindicatos controlarán el cumplimiento. Se pretenderá verificar, además, costos y utilidades bajo la amenaza de aplicar la inconstitucional ley de abastecimiento.
El mensaje intrínseco de esta medida históricamente condenada al fracaso es que las autoridades nacionales no tienen una solución al prolongado flagelo de la inflación, que carcome los bolsillos de todos los argentinos y, de manera especial, de los segmentos más pobres de la sociedad.
Las reacciones ante la disparatada medida en los ambientes informados del país y del exterior son diversas. Una sonrisa cuasipaternal y también irónica surge en quienes quieren al país y lo ven sometido a otro tremendo sinsentido. Esa sonrisa se convierte en carcajada en los que se placen con el ridículo. Cambia a incredulidad en aquellos que no pueden admitir que un país con cierto nivel educativo pueda aplicar medidas que hasta un estudiante inicial sabe que nunca nos han llevado a buen puerto.
Ocurrirá lo de siempre. Habrá desabastecimiento de muchos productos que dejarán de producirse porque sus costos superarán los precios congelados
Se fastidian quienes ven el grave problema por resolver y advierten que la desesperación por revertir el resultado adverso de las PASO conduce al Gobierno a medidas que pretenden lograr un destello engañoso, en pocos días, pero que se tornan luego destructivas. Se afectan repetidamente la seguridad jurídica y la previsibilidad de los negocios en lugar de promover el clima que necesita nuestra economía. Por lo tanto, se reducen inevitablemente las posibilidades de captación de inversiones y se afecta la creación de empleo.
La instrumentación del congelamiento está siendo acompañada por voces oficiales y del periodismo militante, utilizando el planteo amigo-enemigo. Hacen responsables de la inflación a los comerciantes y empresarios de “grupos concentrados”. Dicen que estos obtienen ganancias exorbitantes a costa del hambre del pueblo, una falsa afirmación que apela al resentimiento y a la ignorancia de muchos. El congelamiento puesto al servicio de la defensa de los intereses del pueblo consagraría al Gobierno, en ese funesto relato, como el amigo.
Más allá de la búsqueda de apoyos para la medida a la que se lanzó Feletti y considerando también los anuncios de que el Estado utilizará todas las herramientas a su alcance para evitarlo, ocurrirá lo de siempre. Habrá desabastecimiento de muchos productos que dejarán de producirse porque sus costos superarán los precios congelados. Faltarán insumos y repuestos, y se incrementará la desocupación. Los productos elaborados con materias primas que se comercian en mercados abiertos nacionales o internacionales estarán sometidos a costos variables y a precios fijos. El día 91 se abrirá la olla a presión, que afectará también al dólar oficial si es que las reservas utilizadas para mantenerlo no se agotan antes del descalabro.
Nuestro país está sometido a una diarrea monetaria de emisión reclamada por el Gobierno para cubrir el déficit fiscal
No hay mucha discusión en la teoría económica sobre el origen macroeconómico de la inflación. Hoy nuestro país está sometido a una diarrea monetaria de emisión reclamada por el gobierno nacional para cubrir un déficit que no puede financiar con más deuda o con más impuestos, porque ambas fuentes han sobrepasado el límite admisible. El único camino transitado hasta aquí para reducir el desequilibrio ha sido permitir el deterioro real de los salarios públicos y las jubilaciones: una paradoja en un gobierno peronista.
No es probable que el congelamiento de Feletti pueda modificar el resultado electoral previsto. Por otro lado, la inflación de octubre ya viene elevada y resulta ilusorio que los precios congelados sean retrotraídos a los del inicio del mes, como dispone la medida oficial. Nuevamente estamos inmersos en un proceso harto conocido y que, si no se corrige mediante medidas y reformas de fondo, nos llevará a un ajuste impuesto por el propio mercado y fuera de control. Un tan dramático como previsible final que la improvisación y la impericia de un gobierno dispuesto a emplear cualquier salvavidas de plomo han resuelto imponernos.