Condena a una periodista rusa
Libertades personales esenciales, como son las de opinión y de prensa, no están garantizadas en la Federación Rusa. Dieciséis personas han sido detenidas en el último tiempo; la mayoría, periodistas.
Prueba de ello es también la reciente condena dictada por un tribunal militar contra la periodista Svetlana Prokopyeva, quien se había referido críticamente a las políticas represivas del gobierno desde un micrófono, en particular en relación con la muerte de un joven y poco conocido anarquista ruso a manos de la policía secreta local mientras cumplía una orden de detención. Aquel trágico hecho había ocurrido en la localidad de Pskov, en las inmediaciones de la frontera con Estonia, cerca del mar Báltico.
En un juicio que muchos consideran una farsa, por medio de la utilización de una legislación antiterrorista de ambigua definición, la periodista, que enfrenta un pedido de prisión de hasta seis años por "justificar públicamente el terrorismo", fue multada con el equivalente a unos 7000 dólares y la simultánea confiscación de dos de sus principales elementos de trabajo: su computadora y su teléfono celular.
"No tengo miedo a criticar a las fuerzas del orden ni a decir a los organismos de seguridad que se equivocan", dijo Prokopyeva, y agregó: "Porque sé lo realmente espantoso que se volverá si yo no hablo, si nadie habla".
Lo sucedido permite inferir que en la Federación Rusa la crítica al gobierno está prohibida y que la censura, en sus diversas modalidades, es moneda corriente. No se admite el disenso y la Justicia es claramente dependiente de lo que disponga u opine el poder político. Mediante el control de la televisión y los medios impresos, así como de contenidos online, las autoridades rusas ahora avanzan contra las radios.
"No hice nada que fuera más allá del marco de mi deber profesional", dijo la periodista al tribunal. "Y eso no es un delito", sostuvo claramente en cuanto al ejercicio de la libertad de prensa.
El episodio resulta sumamente grave en tanto refleja procederes claramente antidemocráticos, que han hecho del ejercicio del periodismo un oficio sumamente peligroso en Rusia.