Como canguro con trillizos
“Nos dan collares de vidrio para entretenernos.” (Juan, remisero)
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“El peronismo es como ver la misma película con diferentes actores: siempre igual a través de los años. Hacen que se pelean para desviar la atención de lo que realmente importa”, dijo Juan, remisero, cuando el viajante le preguntó cómo anduvieron las cosas durante el mes que estuvo fuera del país.
“Frase hecha”, se mofó el pasajero. Al llegar a casa, lo esperaban 30 diarios prolijamente apilados por el portero del edificio. Se puso cómodo y arrancó con la lectura.
Para conmemorar el 24 de marzo, el oficialismo hizo dos actos en los que se habló poco del Proceso y de los derechos humanos y mucho del “derecho” de algunos humanos a que la Justicia los desprocese.
Ante el drama de la guerra en Ucrania, el Gobierno no habló de invasión, el Papa no habló ni de Rusia ni de Putin y ya nadie habla del acuerdo con el Fondo porque, en el fondo, ninguno se acuerda de lo acordado.
Alberto Fernández cree que hay “diablos que aumentan los precios” y Cristina le mandó como regalo de cumpleaños un libro que relata la debacle del gobierno de Alfonsín, jaqueado por la hiperinflación, por las negociaciones con el FMI y las apretadas peronistas para borrarlo del mapa.
Mientras Alberto estaba ocupado con Francisco -su segundo hijo, no el Papa, quien escucha hablar de un peronista y se persigna-, Cristina convirtió un acto parlamentario internacional en una unidad básica –básicamente desubicada-, aludiendo al mismísimo Presidente aunque sin nombrarlo: “Que te pongan una banda y te den el bastón no significa que tengas el poder”.
Piqueteros acamparon en la 9 de Julio generando un tremendo caos mientras Cristina, en puntitas de pie, pasó de desoír un fallo de la Corte a acatarlo dividiendo su propio bloque en el Senado para que lo que era mayoría ahora sea mayoría y minoría, y así poder robarle un consejero de la Magistratura a Juntos por el Cambio. Mientras entretenía a todos con el zarpazo, pegaba otro salto sobre la oposición dormida y dolida reflotando la ampliación de los miembros de la Corte para sumar cortesanos propios sin importarle que fue ella misma la que había impulsado la reducción actual.
Frente al vapuleo al que lo sometió su mentora, Alberto redobló la apuesta: llevó la inflación al 6,7%, fogoneó el impuesto a la renta inesperada (el N° 22 en lo que va del año) y visitó al prohombre Mario Ishii, en José C. Paz, donde las ambulancias hacen delivery de droga en las profundidades de un conurbano que tiene a los bonaerenses más ajustados que canguro con trillizos.
“El que quiere hacer creer que en 2023 estamos perdidos, ¡un carajo estamos perdidos!”, fue la última declaración de Alberto que el viajero leyó antes de abandonar la pila de sinsabores.
Y recordó otra frase de Juan, el remisero: “Nos dan collares de vidrio para entretenernos”. Pensó en llamar a Uber y pedirle perdón.