Colón: un final inmerecido
La mudanza de la estatua del descubridor de América a la zona de la Costanera Norte constituirá un atropello más a la voluntad ciudadana
Contra toda justicia y razón, lentamente avanza el reciclado de lo que fue el pie del Monumento a Colón, detrás de la Casa Rosada. Efectivamente, acordado en septiembre pasado entre el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires el traslado de parte del monumento del Gran Almirante –lo que queda de él, en realidad– a la Costanera Norte, frente al Aeroparque, la cripta y el basamento del monumento están siendo reciclados, es decir, "forrados" externamente con mampostería de bloques de hormigón, preparándolos para el emplazamiento de la estatua de la heroína de la Independencia Juana Azurduy, regalo que el presidente de Bolivia, Evo Morales, hizo a la Argentina probablemente sin prever las consecuencias.
A pesar de que parte de la comunidad italiana y la ONG Basta de Demoler habían apelado para reclamar la inconstitucionalidad del acuerdo de la mudanza del monumento, hace unos días la jueza en lo Contencioso Administrativo Federal Macarena Giménez rechazó el planteo.
Más de una vez nos hemos referido desde estas columnas al atropello a la voluntad ciudadana y a la justicia que constituyó en su momento llevar adelante la decisión presidencial de quitar una pieza fundamental del patrimonio histórico porteño, que también fue una donación hecha con valor de regalo a la ciudad, la de la comunidad italiana para celebrar el Centenario.
Lamentablemente, con el acuerdo sellado por el gobierno de esa misma ciudad, se terminó de completar el acto de arbitrariedad en la decisión de cambiar el monumento de lugar: en el convenio entre la Nación y la Ciudad se acordaron las condiciones de restauración, traslado y emplazamiento del grupo escultórico, que luego fue validado por el voto de la gran mayoría de los bloques tanto en el Senado como en Diputados y también en la Legislatura porteña. Además, significó desconocer los dos amparos presentados en apelación de las sentencias que convalidaron el traslado, el pedido de que se abra la plaza para que se pueda hacer una inspección ocular y se levante un inventario.
Quedan todavía una humillación más y un interrogante final: que el pie del monumento a Colón haya sido aprovechado para emplazar allí la estatua de Juana Azurduy, y en dónde se apoyará la estatua de Colón, que hasta hace poco seguía tendida como un símbolo del atropello perpetrado sobre el piso de su plaza, la plaza Colón, a la que todavía no le han cambiado el nombre.
De este modo, se consumará, por un simple capricho de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, una verdadera usurpación, que comenzó durante la gestión de su esposo, cuando se cercó ilegalmente la citada plaza y se anexó parte de las veredas y calles contiguas a la Casa Rosada.