Colombia y Venezuela, una frontera caliente
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El largo conflicto interno colombiano tiene un escenario particular emplazado en pleno territorio venezolano. Excombatientes de las FARC colombianas operan activamente en el estado venezolano de Apure, en la frontera con Colombia, cubriendo un amplio espacio geográfico que se proyecta desde los Andes hasta el río Orinoco. También las huestes del movimiento Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuya presencia activa en la zona lleva ya más de 40 años, controlan algunos rincones de la aludida zona de conflicto.
Se trata de parte importante de la muy larga frontera común entre ambas naciones, que se extiende por más de 2200 kilómetros. Algo parecido estaría sucediendo en el estado de Amazonas. Muchos de los pasos utilizados para cruzar el río Orinoco están hoy cerrados y otros son objeto de patrullajes y vigilancia por parte de las Fuerzas Armadas venezolanas.
La violencia de los enfrentamientos entre los grupos armados guerrilleros colombianos y el Ejército venezolano ha crecido significativamente y, por ello, provoca una comprensible intranquilidad en la población de ese particular rincón de nuestra región que continúa generando numerosos desplazados, que huyen de la creciente ola de violencia.
El Acuerdo de Paz de 2006, suscripto entre las FARC y Colombia, yace sepultado por quienes son ahora actores centrales de estos crecientes combates, en algunos casos exmiembros de las FARC que, disidentes, no depusieron nunca sus armas ni se desmovilizaron.
Con bastante frecuencia, el narcotráfico tiene a los referidos guerrilleros colombianos como protagonistas que amenazan a la inquieta población local, sumergida en una extorsión permanente que la pone en una frágil situación. Entre los grupos violentos actúan, además, algunas conocidas bandas criminales brasileñas. Un verdadero nudo de criminales de distintas nacionalidades que azota a la agitada zona de frontera entre Colombia y Venezuela.
La minería ilegal de oro en el estado de Bolívar, en el sur de Venezuela, así como el tráfico de combustibles, proveen a muchos de quienes protagonizan los referidos enfrentamientos armados otros canales, también rápidos, de enriquecimiento ilegal.
Urge denunciar el peligro que este foco de violencia e ilegalidad supone. Su creciente intensidad agiganta una preocupación que excede a Colombia y Venezuela y que se ha convertido en una nueva razón de angustia regional.