Colombia, sin paz
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El compromiso de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de sabotear cualquier atisbo de respaldo al proceso de paz sigue vigente. El grupo guerrillero denunció lo que considera una ruptura en los diálogos con el Gobierno, por lo que la posibilidad de avanzar en una negociación definitiva está cada vez más lejana.
Ha sido violado repetidamente el cese del fuego, los secuestros y paros armados no cesan, y todo ello pone en duda el verdadero compromiso de estos grupos con la construcción de la paz. Definitivamente carecen, por tanto, de autoridad moral para hablar de incumplimientos.
El gobierno de Gustavo Petro ordenó reanudar los operativos en contra de estos grupos armados luego de que no se prorrogara el cese del fuego bilateral pactado hace un año, lo que pone en evidencia una crisis en la mesa de diálogos por la paz.
Durante mayo pasado, el Comando Central del ELN anunció la reanudación de los secuestros que los proveen de recursos económicos, acusando de incumplimiento al gobierno colombiano, por la falta de creación de un Fondo Multidonante para la manutención de los integrantes de dicha organización insurgente que establecía el acuerdo. El gobierno argumentó que dicho Fondo está diseñado para financiar las actividades de paz entre ambas partes y no como “contraprestación a la suspensión del secuestro o la interrupción de otra acción específica incluida en el cese del fuego”.
El anuncio demuestra el absoluto desprecio de los peligrosos grupos armados por la dignidad humana al anticipar con cinismo que, para financiarse, regresan a la cacería de potenciales víctimas en los territorios. Apenas tres meses mantuvo el ELN su compromiso público de suspender los secuestros, a los que catalogan de “retenciones con fines económicos”, un burdo eufemismo.
La historia se repite una y otra vez cuando las autoridades colombianas se sientan a negociar el fin del conflicto armado con esa guerrilla, a la que poco le interesa acordar, menos aún cesar la violencia contra los colombianos ni renunciar a sus lucrativos negocios ilegales como el narcotráfico, la minería ilegal, el secuestro y la extorsión.
Luego de años de diálogo, el ELN aún no ha respondido la pregunta de si está dispuesto a transitar hacia la paz o si, por el contrario, concibe este proceso como una oportunidad para su fortalecimiento militar.
Petro ha manifestado que las acciones del grupo guerrillero sabotean cualquier posibilidad de paz, afirmando que “estos hechos de violencia contra la fuerza pública y los que día tras día padecen las comunidades no pueden tener cabida en nuestra sociedad”.
Los intentos de paz siempre son frágiles si una de las partes carece realmente de sincera voluntad. Los incumplimientos de la guerrilla no solo afectan al gobierno, sino que son una afrenta directa a los colombianos que anhelan la paz. Para llevar a buen término el diálogo el ELN debe suspender definitivamente toda acción criminal, sin engaños ni manipulaciones.