Colombia anhela la paz
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El proceso de paz iniciado por el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se encuentra en una crisis de credibilidad, con un marcado aumento de la desconfianza de la opinión pública hacia la estrategia de reconciliación del gobierno, conocida como “la paz total”, en la que participan tres organizaciones guerrilleras y dos paramilitares.
Basta repasar fallidas experiencias anteriores para entender el nivel de dudas que la iniciativa ha despertado. En los últimos años, pese al desarme de grupos armados ilegales, la violencia no se extinguió.
El ímpetu con el que arrancó “la paz total” despertó grandes expectativas, pero desde entonces no ha hecho otra cosa que perder fuerza. Entre otras razones, porque no se acompañó desde el comienzo con una estrategia de seguridad territorial.
Demasiados hechos han demostrado que facciones de las organizaciones guerrilleras no se han tomado en serio la construcción de la paz ni que el gobierno haya marcado los imprescindibles límites a su indiscriminado accionar violento.
Cabe recordar que el acuerdo de paz de 2016 entre las FARC y el gobierno colombiano puso fin a un conflicto de cinco décadas y devino en una reducción inicial de la violencia. Sin embargo, esta adoptó nuevas formas y los abusos por parte de grupos armados aumentaron en muchas zonas remotas alcanzando niveles similares a los que existían antes del histórico acuerdo.
En su capítulo correspondiente a Colombia, el informe anual de la organización Human Rights Watch, conocido hace pocos días, señaló que la estrategia de paz total del presidente Petro, pese a su enunciado, no ha logrado reducir los graves abusos de grupos armados contra la población civil.
Remarcó, además, que durante 2023 los reportes sobre reclutamiento y secuestro infantil aumentaron al igual que los secuestros en general, las extorsiones, y que tampoco se garantizó un acceso suficiente a la Justicia, ni avances significativos en el desmantelamiento de los grupos armados.
La paz total sigue siendo una promesa que amenaza convertirse en frustración conforme las organizaciones criminales siguen acumulando poder en sus territorios. El profundo anhelo de los colombianos es vivir en una nación pacificada. Para ello, las estrategias y acciones por tomar deben ser, además de las adecuadas, ejecutadas con firmeza para que quienes pretenden seguir delinquiendo no saquen provecho de la situación.