Clan Moyano: descaro e impunidad
Resulta tan irritante que un sindicalista considere que medio millón de dólares son "dos mangos" como que el monto no despierte el interés de la entidad recaudatoria
Los recientes acontecimientos que rodearon el secuestro, devolución y nuevo secuestro de medio millón de dólares en efectivo que se encontraban en poder de una hija del líder sindical y presidente del club Independiente, Hugo Moyano –y los comentarios de su padre al respecto–, sugieren algunas reflexiones no precisamente reconfortantes acerca de la realidad argentina.
Más allá de aspectos técnico-jurídicos, el ánimo colectivo ha quedado impresionado con la descripción somera y objetiva de los hechos a los que nos referimos e indignado con el desparpajo de sus protagonistas.
A raíz de un procedimiento contra el tráfico de drogas y el lavado de dinero, cayeron en manos de las autoridades ciertos datos que permitieron un allanamiento con todas las garantías legales correspondientes. El domicilio allanado fue el de Karina Moyano, hija del líder del gremio camionero.
Como fruto del allanamiento, se secuestraron casi medio millón de dólares y una gran cantidad de pesos. La hija del dirigente sindical declaró ser propietaria de lo hallado y exigió su devolución, que logró a raíz de una afortunada –al menos para ella– concatenación de circunstancias; entre otras, la feria judicial, las vacaciones de un juez o la suplencia de un magistrado "amigo". El juez original devolvió las cosas a sus carriles, al decretar nuevamente el secuestro de ese dinero.
Cuando se le pidió a Moyano (padre) que explicara lo ocurrido, dijo, con aire de perdonavidas y hasta molesto por la nimiedad de la pregunta–, que se trataba de "un problema de dos mangos", al tiempo que acusó a los medios de prensa por la exagerada trascendencia que, a su juicio, se le daba a esa información.
Mientras comprar 200 dólares por mes se ha convertido en casi una cuestión de Estado para muchísimos ahorristas, quedan impunes quienes poseen gruesas sumas de procedencia incomprobable
La supuesta dueña de los fondos, por su parte, dijo ante el juez que el dinero tenía como origen varios préstamos recibidos de su padre y sus hermanos.
Son tantos los detalles que reclaman una aclaración precisa y suficiente –aun cuando más adelante sean esclarecidos– y tan reveladores de la Argentina actual que su mera enumeración es moralmente abrumadora.
Sigue el curso ordinario y previsible de las cosas que un allanamiento dictado en el contexto de una investigación sobre lavado de dinero permita obtener los datos necesarios para ubicar medio millón de dólares en efectivo. Pero resulta sugestiva, por decirlo de alguna manera, la identidad de la supuesta propietaria. También llama la atención que, como ella dijo, varios miembros de su familia se hayan puesto de acuerdo en prestarle, simultáneamente, esa importante cantidad de dinero.
Por el contrario, no parece sorprendente –aunque debería serlo– que un líder sindical considere que medio millón de dólares son equivalentes "a dos mangos". Y resulta frustrante que sobre el asunto no se conozca intervención alguna de las autoridades impositivas, a las que semejante cantidad de dinero en manos de una ciudadana supuestamente "de a pie" debería, al menos, interesarles.
Es contradictorio que en el país se creen "impuestos a la riqueza", más allá de cómo se los llame, y semejante cantidad de dinero equivalga a "dos mangos" para uno de nuestros conciudadanos. O el señor en cuestión entendió mal el monto involucrado o su escala de valores pecuniarios es muy diferente de la de la mayoría de sus contemporáneos.
La ciudadanía permanece atónita ante el hecho de que comprar 200 dólares por mes sea casi una cuestión de Estado, mientras hay quien tiene en su domicilio medio millón, de procedencia de momento incomprobable, sin que ello despierte las inquietudes de la maquinaria recaudatoria. No es solo eso: todo el entrevero de intereses que permite rápidas reacciones de jueces amigos y que teje una malla de impunidad alrededor de ciertas figuras cuya trayectoria en muchos otros ámbitos dista de ser impecable revela que en la Argentina la igualdad ante la ley es un valor todavía lejano.