Cinismo documental: una épica carente de ética
Con el pretexto de homenajear a los trabajadores de la salud, el gobierno bonaerense vuelve a usar la tragedia del Covid-19 para hacer proselitismo
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Cuando la estrategia debería ser hacer todo lo posible para que los argentinos olvidemos rápidamente la pésima gestión gubernamental de la pandemia de Covid-19, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y su ministro de Salud, Nicolás Kreplak, anuncian ansiosos el inminente estreno de un documental sobre la gestión durante aquellos tristes días. La cita será el 17 de este mes en el Teatro Argentino de La Plata.
Sumergidos en un túnel del tiempo, la difusión del tráiler de Pandemia: gestionar lo desconocido no pasó inadvertida y hasta sería intencionalmente distractiva cuando hoy es el dengue el principal protagonista de las preocupaciones sanitarias de la población. Dirigida y producida por Kreplak, Kicillof ocupa un rol estelar como entrevistado. Quien hasta aquí no ha explicado cómo se financió esta nueva pieza comunicacional deja en claro que el tono epopéyico que se buscó imprimirle bien permite considerarla como anticipo de campaña.
En una provincia que reclama fondos y aumenta sideralmente los impuestos, mientras la pobreza y la inseguridad, entre otros muchos males, se expanden, resulta inconcebible que se destinen recursos a fines claramente políticos
Kreplak procuró explicar que el corto es la tercera producción de la Fundación Soberanía Sanitaria, argumentando que, al igual que sus antecesoras, no ha tenido costos para el Estado y que lo hacen porque les gusta como forma de reivindicar y homenajear a los trabajadores de la salud. Emotivas declaraciones.
Una curiosa superposición entre autoridades, investigadores y editores de la revista que publican en la referida Fundación Soberanía Sanitaria y funcionarios del Ministerio de Salud y del IOMA habrá de investigarse. La oposición ya presentó pedidos de informes en ambas cámaras de la Legislatura, tanto sobre estos vínculos como sobre el financiamiento del documental.
Sin desmerecer los intentos de homenajear el loable desempeño del personal de salud, nadie podrá pasar por alto que solo en la provincia de Buenos Aires hubo más de 60 mil muertos por Covid. Las vacunas llegaron tarde. Además, las simpatías ideológicas de nuestros gobernantes condujeron al show mediático de aviones trasladando las compras de la peor vacuna, la rusa, de la que nunca llegó la segunda dosis. Luego pasamos a la vacuna china, que costaba igual que la de Pfizer, disponible gracias al destacado trabajo de equipos científicos locales, pero rechazada a pesar de haber demostrado mucha mayor efectividad. Llegamos, incluso, a depender de la generosidad del presidente norteamericano, Joe Biden, para recibir las dosis de Moderna para uso pediátrico que permitieron inocular a menores de edad en riesgo sanitario. ¿Abordará estas cuestiones el anunciado documental?
Cuando los funcionarios no solo descuidan su obligación de servir a los ciudadanos para aferrarse al poder y sus mieles, sino que además hacen negocios con los enfermos, con los jubilados o con los pobres, malversando los dineros públicos, debe ser la Justicia la que vuelva a poner las cosas en su lugar
No deberían tampoco faltar tomas sobre la distribución de vacunas que priorizó escandalosamente a los amigos de poder, con algún primer plano de Horacio Verbitsky y del impresentable ministro Ginés González García, a cargo entonces de la cartera nacional de Salud, quien seguramente celebrará no perderse el estreno pues ha tenido la suerte de que no se superponga con su indagatoria del próximo 16 de abril. En nuestra opinión, no sería recomendable incluir las tan incontables como dolorosas escenas de quienes nunca pudieron despedir a sus deudos, sería de pésimo gusto si además la payasa Filomena desplegara algún papel secundario.
Debería recoger también el documental que el 19 de marzo de 2020 el entonces presidente Alberto Fernández decretaba el aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), que paralizó la economía, dejó a los chicos sin colegios y, aun así, contrariando los procederes de la mayor parte del mundo civilizado, no logró evitar la muerte de más de 130.000 personas. “Me agradecían porque la gente se moría en hospitales limpios”, llegó a decir sin ambages Fernández, el mismo que debió pagar apenas una módica multa tras la fiesta de cumpleaños en Olivos por violar descaradamente la cuarentena.
Aquellas historias de angustia, temor, impotencia, tristeza y dolor que la sociedad atravesó en tiempos de pandemia serán seguramente motivo de más de un film. Cuesta entender que hoy se pretenda convertir aquel trágico recuerdo en una epopeya propagandística en favor de un gobierno probadamente fallido y a expensas de las arcas del Estado.
La actuación de Kreplak viene siendo cuestionada desde la época del plan Qunita, a pesar de haber quedado dudosamente sobreseído. La irregular compra de pelotas de trapo por más de 300 millones de pesos para el kit del Qunita, de geles lubricantes a través de proveedores de alcohol en gel cuando faltan insumos en los hospitales, las maniobras con el IOMA, son todos ejemplos de que la cuestionada gestión roza también el ridículo desde antaño.
El pretencioso y falaz documental por estrenarse es un nuevo capítulo del relato kirchnerista, una tan ridícula como lamentable película de terror de una saga que todavía pretenden que financiemos todos
En una provincia que reclama fondos y aumenta sideralmente los impuestos, mientras la pobreza y la inseguridad, entre otros muchos males, se expanden, resulta inconcebible que se destinen recursos a estos fines claramente proselitistas. Deberían también los funcionarios demostrar que tampoco demanda ni un solo peso del Estado la plataforma audiovisual bonaerense BAFilma, que funciona como archivo de la historia institucional, cultural y social de la provincia, y que exhibe un sinfín de materiales sobre distintas temáticas. Cabe aclarar que no se ve en el sitio ni una sola publicidad que conduzca a pensar que el dinero no salió exclusivamente de las arcas públicas. Por otra parte, como corresponde a la tradición kirchnerista, una mirada fuertemente ideologizada prima en la selección desplegada.
Cuando los funcionarios no solo descuidan su obligación de servir a sus votantes para aferrarse al poder y sus mieles, sino que además hacen negocios con los enfermos, con los jubilados o con los pobres, malversando los dineros públicos, debe ser la Justicia la que vuelva a poner las cosas en su lugar. Lejos de gestionar lo desconocido, Kicillof y Kreplak repiten procederes bien aceitados y archiconocidos por los bonaerenses. El escandaloso, corrupto y triste desmanejo de la pandemia es el mejor ejemplo. No estrenan nada. La suya es otra tan ridícula como lamentable película de terror de una saga que todavía pretenden que financiemos todos.