Cierre de escuelas: repetir errores es no aprender
Es necesario recordar que la educación es una actividad esencial y que las aulas más peligrosas son las que se cierran
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Un comunicado de la Academia Nacional de Educación puso en palabras el angustioso sentir de millones de argentinos ante las nuevas medidas que afectan la escolaridad de niños y adolescentes. Reiteradamente, la prestigiosa institución había señalado las consecuencias de prolongar tan grave situación sobre el aprendizaje y la salud física y mental de los alumnos. Al igual que viene ocurriendo en el resto del mundo, la incidencia de las clases presenciales en la cantidad de contagios de Covid-19 ha demostrado ser muy baja. Entre nosotros, se estima que ronda el 1%.
La Sociedad Argentina de Pediatría y Unicef también alzaron sus voces conjuntamente. “La escuela es un lugar seguro, no un factor de riesgo”, afirman, al tiempo que destacan que es responsabilidad de los adultos que se cumplan los protocolos y las medidas sociales necesarias que permitan mantener la presencialidad, instando a que las nuevas medidas sean acotadas y reducidas al menor tiempo posible. Todos coinciden: las aulas más peligrosas son las aulas cerradas.
Nos hemos cansado de señalar desde estas columnas los perniciosos efectos del abandono de las aulas. Millones de niños quedaron fuera del sistema en 2020. Las pantallas no sustituyen pizarrones, ni recreos, ni juegos, y dejan fuera del escenario a muchos. Más allá de las imperdonables implicancias que esto tendrá sobre el aprendizaje formal y el desarrollo futuro, no es menor que de aquellos que sí pudieron ser seguidos por las escuelas un 20% reportó problemas emocionales serios.
Las realidades en nuestro extenso territorio son, por cierto, disímiles. Comunidades mapuches de Neuquén o wichis del Chaco salteño quedaron abandonadas y aisladas sin clases a pesar de no haber registrado un solo contagiado, con los maestros viviendo en la propia comunidad. No se pueden tomar decisiones sin extrapolar sus efectos sobre todos los afectados. Pero vuelven a hacerlo.
No se debe suspender la actividad plena de las instituciones educativas, sino reforzar los protocolos
La petición en la plataforma Change.org para oponerse al cierre de clases anunciado anteanoche lleva levantadas más de 360.000 firmas, destacando que los colegios no son foco de contagio, pero que la falta de la educación es un grave foco de ignorancia. Desde alasaulas.org/ también contabilizan más de 200.000 firmantes y 130 ONG que entienden que la educación es una prioridad. El porcentaje de chicos en riesgo de abandonar la escolaridad es hoy un 25% mayor que antes de la pandemia.
Gobiernos, docentes y familias deben trabajar codo a codo, pero sin ceder a presiones sindicales encarnadas en unos pocos e irresponsables dirigentes que ya hemos visto cuánto daño infligen. ¿Cómo puede el gobierno nacional desoír el parecer de los gobernadores? Mucho menos el de sus propios ministros, cuando, anteayer, el propio Nicolás Trotta había defendido la presencialidad escolar habida cuenta de que solo el 0,12% de los estudiantes fueron detectados positivos para la cartera. O cuando también horas antes la ministra Carla Vizzotti afirmaba que “los contagios no están en fábricas y escuelas”.
El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, cuestionó la sorpresiva y unilateral decisión y pidió una reunión de urgencia con el Presidente, que se concretará hoy. Por su parte, los gobernadores de Córdoba, Jujuy y Santa Fe ya ratificaron la continuidad de las clases.
Reiteramos nuestra convicción y la de millones de argentinos respecto de que lo que está en juego es el futuro de nuestro país. No se debe suspender la actividad plena de las instituciones educativas, sino reforzar los protocolos. Una nueva instancia se abre y nos distrae de la cuestión estrictamente sanitaria. Tal vez esa sea la intención de quienes nos dirigen sin rumbo y sin plan a no sabemos dónde.
Es indispensable aprender de los errores y nunca olvidar que la educación es una actividad esencial. El colapso de la educación es el colapso de una Nación.