China debe ser transparente
Pocas dudas quedan acerca de que el coronavirus, que ya ha afectado a más de ocho millones de personas y causado unas 450.000 muertes en el mundo, se originó en la localidad china de Wuhan. Se sospecha que habría ocurrido a raíz de actividades de investigación médica con murciélagos que, con algún nivel de audacia y sin los estrictos controles y seguridades indispensables, se desarrollaban en la sede del Instituto de Virología de esa ciudad, con la participación y colaboración de algunas entidades extranjeras.
Cabe recordar que en diciembre pasado Taiwán reportó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) las primeras noticias sobre la propagación de ese virus en China, ante el peligro de que derivase en una pandemia. Por razones políticas, esa oportuna alerta temprana, que pudo haber evitado muchas muertes, no fue escuchada ni atendida, pese a la gravedad de lo que ya entonces ocurría.
Cuando, recientemente, Australia solicitó a China información y explicaciones del caso, solo logró que China se ofendiera y le aplicara sanciones comerciales.
China sugirió que, luego de controlada la pandemia, informaría de lo sucedido a través de la OMS, en un manejo de la situación que dista de ser el ideal.
Días pasados, la Universidad de Harvard advirtió sobre la existencia de imágenes satelitales que generan fundadas sospechas respecto de que el virus se habría comenzado a difundir masivamente en China ya en agosto del año pasado y no en diciembre. Esto surgiría del registro de un aumento de la cantidad de autos estacionados en torno de cinco hospitales de Wuhan, así como de una fuerte demanda de información en línea sobre tos y diarrea para aquel entonces. A pesar de haber sido incluso comparadas con información de años anteriores para la misma época, con técnicas de vigilancia sanitaria que también emplean las agencias de inteligencia, aquellas conclusiones fueron calificadas de "extremadamente absurdas" por el gobierno chino.
Sin más demoras, China debe revelar toda la información que dispone sobre lo ocurrido en Wuhan. La salud y la vida de millones de personas continúan en juego. Una nación que pretende ocupar un liderazgo mundial debería manejar estos asuntos con absoluta transparencia y responsabilidad.