Cátedras de ideología
Mientras pregona los derechos humanos y la igualdad, el oficialismo sigue discriminando, usando políticamente el dolor y sembrando el odio
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El kirchnerismo volvió a apropiarse, una semana atrás, del 24 de Marzo. Pese a la demanda de representantes de las organizaciones de derechos humanos de “no mezclar” la situación judicial de Cristina Kirchner con la marcha conmemorativa del Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, regó la concentración de consignas por la impunidad de la vicepresidenta, junto al operativo clamor para que se presente como candidata presidencial en los próximos comicios.
El reclamo por “Cristina presidenta” llegó hasta la puerta del Palacio de Tribunales, al tiempo que la banalización y el intento de usufructuar el aniversario del golpe militar de 1976 en pos de la impunidad para la corrupción del kirchnerismo estuvieron a la orden del día. La utilización por la vicepresidenta de la memorable frase del fiscal Julio Strassera en el histórico alegato contra los comandantes de las juntas militares –”Nunca más”–, con el deplorable fin de cuestionar a quienes la juzgan, fue otro verdadero despropósito.
La valiosa labor humanitaria que, cuatro décadas atrás, lideraron dirigentes de derechos humanos para esclarecer el destino de miles de personas desaparecidas se ve ensombrecida desde hace muchos años por el afán de reivindicar al terrorismo guerrillero y agitar un relato dirigido a dañar al que se considera enemigo político. Sin contribuir a la paz, y mucho menos sembrando amor, solo basta recordar la feroz persecución contra Ernestina Herrera de Noble y sus hijos, a quienes no supieron pedir perdón al comprobarse fehacientemente su error. O el olvido y la negación que hoy soportan miles de víctimas del accionar de organizaciones terroristas que, sin piedad, segaron vidas inocentes. No hubo aún para esas víctimas justicia ni reconocimiento, mucho menos indemnizaciones.
Ganadas convenientemente por la ideología, algunas entidades supieron granjearse valiosos apoyos políticos que se tradujeron en abundante dinero del Estado. Es el caso del Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos, ex Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, ente educativo inscripto en sus orígenes en el proyecto de “formar cuadros revolucionarios”, que fue estatizado, en momentos en que afrontaba una abultada deuda con la AFIP, durante la gestión de Cristina Kirchner. Actualmente, es una unidad funcional del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y acaba de recibir de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) un inmueble en el barrio de Caballito que era propiedad de la Armada Argentina, por pedido del ministro Martín Soria.
Mientras pregona los derechos humanos y la igualdad, el oficialismo sigue discriminando, usando políticamente el dolor y sembrando el odio
Muchos de sus dirigentes no han perdido oportunidad de mostrarse cercanos al kirchnerismo. Incluso, convocando a la población a participar de una “pueblada” contra la Corte Suprema para “echar a los jueces”, como lo hizo la recientemente fallecida Hebe de Bonafini.
Desde el Gobierno, este tipo de esfuerzos han sido debidamente recompensados. Basta recordar el escandaloso programa para la construcción viviendas populares Sueños Compartidos. O que el senador nacional Oscar Parrilli volvió a presentar el proyecto que crea la Universidad Nacional Madres de Plaza de Mayo, a partir del mencionado instituto universitario. De sancionarse este proyecto, la institución ingresará al sistema de más de 50 universidades nacionales, con autonomía universitaria y ya sin dependencia del Ministerio de Justicia, sumando contenidos orientados a la defensa y protección de lo que distorsionadamente hoy se engloba bajo el rótulo de derechos humanos. Otra suculenta caja y cocina de adoctrinamiento.
Muchas mujeres argentinas dan verdadera batalla cotidianamente para alimentar a sus hijos en un país con vergonzosos índices de pobreza. Muchas pelean contra el narcotráfico que un gobierno sin rumbo y en el que crecen las complicidades favorece para perjuicio de sus hijos, como las Madres contra el Paco, que ya acompañaron a más de dos mil chicos. Otras muchas buscan sin paz, pero con mucho amor, a sus hijas desde Madres Víctimas de Trata. O pelean para que se haga justicia cuando han perdido a sus hijos en dolorosas circunstancias, como las Madres del Dolor.
Sobran ejemplos de madres luchadoras que ciertamente no gozan del favor oficial y que silenciosa e incansablemente ponen su amor en acción. A todas quienes dan verdadera cátedra de compromiso con la construcción de una sociedad mejor y sin divisiones, nuestra solidaridad y sincero aplauso.