Campeones del mundo, en fútbol y en valores
Asumir protagonismos ajenos y decretar otro absurdo e innecesario feriado es pretender capitalizar políticamente la esforzada conquista de la selección
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La conquista de la tercera copa mundial de fútbol por la selección nacional en el campeonato realizado en Qatar constituye no solo un trascendental logro deportivo. Genera también una valiosa lección por parte de un equipo con todas las letras para la sociedad argentina y sobre todo para su dirigencia.
Los festejos de la población se extendieron a lo largo y ancho del país, tan pronto como concluyó la infartante final en la que el team representativo de la Argentina se impuso a la selección de Francia. Se trató de una de las manifestaciones populares más importantes de la historia en nuestro país, algo que puede explicarse por los 36 años que han pasado desde que otro equipo nacional pudo alzar el mismo trofeo.
Hay, sin embargo, otros condimentos que explican la pasión que despierta la selección nacional en la población, junto al hecho de que alrededor de un 60% de los argentinos no fue testigo de los campeonatos mundiales de 1978 y de 1986, en los que la Argentina obtuvo el primer puesto.
Detrás de este éxito deportivo hay una labor que honra algo tan pocas veces practicado por quienes han gobernado la Argentina en mucho tiempo: el valor del esfuerzo, la planificación y el trabajo en equipo. La selección de fútbol campeona del mundo representa, en tal sentido, lo contrario de los vicios que observamos a diario en la política vernácula y en otros órdenes de la vida nacional.
Es necesario empezar mencionando la calidad de un cuerpo técnico, encabezado por Lionel Scaloni, quien sobresalió en todo momento por su sobriedad, su prudencia y su capacidad para armonizar un grupo humano y transformarlo en un verdadero equipo, con una dosis de lealtad, confianza y autoestima que le permitió superar las mayores adversidades. Un equipo donde el todo fue siempre más importante que las partes y donde la sinergia del trabajo conjunto fue mucho más que cualquier individualidad.
La selección que dirige Lionel Scaloni representa lo contrario de los vicios que observamos a diario en la política vernácula y en otros órdenes de la vida nacional
En segundo lugar, hay que mencionar el liderazgo de Lionel Messi, quien no solo demostró que es un futbolista excepcional –el mejor del mundo–, sino también un excelente compañero, capaz de influir positivamente en el ánimo del resto de los jugadores en las circunstancias más difíciles y de mantener vivo el fuego sagrado que anida en el espíritu de cada uno de los integrantes de este compacto plantel.
La característica de ese equipo fue la perseverancia: no importa cuántas veces caigan, sino cuántas veces se levanten y sigan adelante.
Como sugirió en las últimas horas el presbítero José Manuel Fernández, esta selección nacional nos recordó algo que afirmó el director de orquesta Daniel Barenboim al recibir el Premio Príncipe de Asturias 2002: “En una sociedad hay que comportarse como en una orquesta, donde lo importante es escuchar al otro y no querer tocar más fuerte”.
Se trata de valores que, lamentablemente, no han caracterizado a quienes hoy nos gobiernan. Razón por la cual es saludable que esos argentinos de bien que integran el plantel campeón del mundo no permitan que su tan esforzada conquista pueda transformarse en un éxito político de ninguno de nuestros gobernantes nacionales, provinciales o municipales.
Ningún funcionario ni dirigente político debería pretender tapar sus errores, cuando no vergonzosos actos de corrupción, con el heroico logro de quienes pusieron el alma en cada jugada para llevar una vez más al fútbol argentino a lo más alto y prodigarles una inmensa alegría a sus compatriotas. Decretar intempestivamente otro feriado solo confirma que la demagogia y el populismo siguen guiando las decisiones gubernamentales. El ejemplo del perseverante trabajo de la selección se contrapone con esa medida que desconoce la realidad de quienes necesitan imperiosamente trabajar.
Es de esperar que jugadores y cuerpo técnico de la selección nacional sean recibidos hoy, en su caravana hacia el Obelisco porteño, con todos los honores y en orden por todos los argentinos, y que puedan llevar a todos los rincones del país los ejemplares valores que, como el compañerismo, el esfuerzo y la constancia, supieron transmitir durante el largo proceso concluido anteayer con la obtención de la tercera Copa del Mundo para nuestro país.