Camino a la otra orilla
El mundo está convulsionado. Pero no es algo que simplemente ocurre porque el planeta disfruta de menores emisiones contaminantes y la naturaleza retoma antiguos cauces. Cada uno de nosotros registra personalmente ese profundo impacto a partir de estímulos diferentes y con distintas expresiones. Algo se ha modificado radicalmente y no es difícil suponer que muchas cosas no volverán a ser como eran.
Aunque la humanidad juegue permanentemente a vivir en un mundo de certezas, la pandemia ha venido a confirmar que pocas cosas pueden ser controladas. La rápida expansión de un virus en tiempos de globalización ha acrecentado las dudas y profundizado los temores.
Cada día nos enfrenta a la necesidad de seguir viviendo en condiciones hasta aquí impensadas. Ensayando respuestas nuevas, a tientas, o simplemente resignándonos a seguir buscándolas.
Daiana Moura -Dai, como le dicen- es oriunda de la localidad de Olavarría, en la provincia de Buenos Aires. El año pasado participó de los sextos Juegos Parapanamericanos de Lima, Perú. Integró la delegación argentina como nadadora no vidente de alto nivel y estuvo a punto de obtener la medalla de bronce en la prueba de pecho. Con 27 años y un título de abogada que habla también de su mérito intelectual, además del deportivo, trabaja en el Tribunal de Faltas de su ciudad, lo cual le permite entrenarse diariamente con la expectativa puesta en aquel Tokio 2020 que, dadas las actuales circunstancias, solo se haría efectivo en 2021.
Daiana Moura debe sortear cotidianamente numerosas y laberínticas barreras arquitectónicas para llegar a un natatorio. Nada la detiene.
Nadar es vencer la resistencia que el agua impone. Quienes no ven necesitan de la asistencia de otra persona que les sirva como guía, por ejemplo, a la hora de virar en el agua y así poder evitar un accidente.
Desplazar el cuerpo con ímpetu dentro de una pileta, aceleradamente para bajar marcas y solo intuyendo cuánto falta para la meta, es de por sí un desafío. Bracear y patalear con energía, manteniéndose a flote y propulsándose para llegar a una orilla incierta habla de un temperamento especial capaz de sobreponerse a la propia limitación.
Siempre habrá quien opte por hacer la plancha o se sienta invadido por el desánimo, mientras otros continuarán esforzándose por dar lo mejor de sí a lo largo del trayecto. La meta es, en gran medida, una construcción colectiva. Anticiparla constituye más un acto de la voluntad que una experiencia de los sentidos. Mucho podemos aprender de personas como esta excepcional nadadora, que ha sabido hacer de su limitación una auténtica y admirable oportunidad de crecimiento.