Barras bravas y crimen organizado
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El asesinato del empresario Gabriel Izzo, ocurrido en San Antonio de Padua el 2 de junio último, ha quedado vinculado a la delincuencia ejercida por integrantes de las barras bravas del fútbol, verdaderas asociaciones ilícitas.
Luego de varios allanamientos, recientemente resultaron detenidos diez miembros de las barras bravas de Excursionistas y Sacachispas. El primer nombre involucrado fue el de Diego Correa, barrabrava del club del Bajo Belgrano que se encuentra prófugo. A partir de esos procedimientos, fueron detenidos Fernando Podestá, referente de la tribuna de Excursionistas, y su lugarteniente Pablo Correa, padre de Diego; en poder de ambos se encontraron armas, pero recuperaron la libertad poco después.
Podestá, apodado Nando, se destaca por su historial en el submundo de las barras bravas del fútbol, donde comenzó a tener más poder interno, tras encaramarse con el apoyo de jóvenes de Excursionistas y el agregado de barrabravas de Sacachispas, que tenían como líderes a los hermanos Aguilera, todos de Villa Soldati.
Desde su ascenso, la barra brava creció exponencialmente con negociados de todo tipo y cada vez más injerencia en el club. A tal punto que logró acceder a la comisión directiva de Excursionistas como vocal titular del Tribunal de Conducta. Lo que se dice, un zorro en el gallinero. En las remeras de la hinchada puede leerse la inscripción “La Banda de Nando”. Podestá obtuvo su libertad luego de la intervención del abogado Fernando Sicilia, figurita repetida a la hora de defender a violentos barrabravas sin distinción de camisetas ni colores.
Como también es habitual, las huestes de barras bravas suelen ser empleadas como fuerza de choque de la política, del sindicalismo o de punteros políticos, como es el caso de los hermanos Aguilera, que facilitan la visita de candidatos a Villa Soldati cuando buscan votos.
En tanto, Correa hijo, que supo alternar días de robo con días de fútbol, fue uno de los impulsores de una ola de “entraderas” en viviendas sin moradores. Por este motivo tuvo tres causas judiciales y una pena de tres años y medio de prisión, que cumplió parcialmente en la cárcel de Devoto.
Al salir en libertad en plena pandemia, retornó a sus actividades delictivas hasta que el 2 de junio pasado fue protagonista del robo frustrado y el asesinato del empresario Izzo. Sus huellas dactilares quedaron en el vehículo utilizado para la fuga y apareció su nombre cuando la policía comparó sus rastros con la base de datos de los reincidentes. Desde entonces estuvo prófugo “part time”, porque fuentes de Excursionistas aseguran haberlo visto en las instalaciones del club en más de una ocasión.
Sería deseable que el círculo sobre estos criminales comience a cerrarse por las pruebas existentes, pero es imprescindible que este caso no quede en un hecho aislado, sino que la dirigencia deportiva y los sectores de la política y la Justicia involucrados actúen de una vez y para siempre con el fin de empezar a desterrar este flagelo de violencia, negocios turbios e impunidad que contamina las canchas argentinas, que el fin de semana último brindó otro triste ejemplo en el ataque con pirotecnia contra la sede del Ministerio Público Fiscal porteño por parte de barrabravas de Boca, en lo que se interpretó como un acto intimidatorio ante una investigación sobre reventa de entradas que lleva adelante ese organismo.