Ataque a Israel: Irán, una vez más
Detrás de la atroz ofensiva de Hamas, se encuentra la vocación del régimen de Teherán para boicotear el anhelado acuerdo de paz entre israelíes y árabes
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En una ofensiva de una magnitud sin precedente, la organización terrorista Hamas perpetró un ataque brutal contra el Estado de Israel, provocando un número de muertes y heridos de enorme significación.
Nunca durante los 75 años de existencia del Estado de Israel el país había recibido un ataque más atroz. Al momento, las autoridades israelíes han reconocido la muerte de más de 900 personas -entre ellas, 7 argentinos- y unos 2600 heridos, al tiempo que más de un centenar de ciudadanos israelíes fueron tomados como rehenes por parte de los terroristas. Los bombardeos aéreos de las fuerzas armadas israelíes no tardaron en producirse, acelerando la escalada bélica, y Hamas amenazó con ejecutar a civiles secuestrados.
Hamas controla la Franja de Gaza, un pequeño territorio que bordea al norte y al este con el Estado de Israel, al oeste con el Mediterráneo y al sur con Egipto, en el que viven casi dos millones de personas.
Ataques contra Israel y su población vienen produciéndose sin solución de continuidad desde ese territorio, aunque en esta ocasión la envergadura de la ofensiva ofreció características históricas. Analistas indican que el ataque es el de mayor alcance de toda la historia israelí, incluso superando el que tuvo lugar hace 50 años en la llamada Guerra de Yom Kippur (1973).
En tanto, horas más tarde, como era previsible, ataques contra Israel fueron lanzados por la organización terrorista Hezbollah desde la frontera norte del país.
Resulta fundamental comprender que detrás de Hamas y Hezbollah se encuentra la República Islámica de Irán, país que desde la caída de la monarquía del shah Mohammed Reza Pahlevi, en 1979, está controlado por un régimen teocrático extremista, negacionista del Holocausto, que promueve una agenda antioccidental, la destrucción de Israel y el uso del terrorismo a escala global, en una medida que los propios argentinos hemos experimentado.
Por ello es indispensable comprender hasta qué punto aquella realidad implica una amenaza a la paz y la seguridad internacionales, toda vez que Teherán no es un actor más en el orden global. Heredera de una cultura milenaria, la de Irán es una sociedad sofisticada cuya dirigencia se ve a sí misma como recipiendaria de un destino de liderazgo en la siempre crucial región de Medio Oriente. Una realidad que lo enfrenta con Arabia Saudita, en una rivalidad que presenta –en el tiempo histórico que nos toca vivir– la ancestral disputa entre sunnitas y chiitas.
Esta realidad permite comprender el contexto en el que se producen los hechos. Irán está detrás de los arteros ataques, que podrían estar dirigidos a torpedear los acuerdos de Abraham y el avance de las negociaciones entre Arabia Saudita e Israel con los auspicios de los Estados Unidos, dado que Teherán rechaza el acercamiento del Estado hebreo con cada vez más países árabes.
Esta dinámica hacia la confraternidad se inició con la normalización de las relaciones entre Israel y Egipto a partir de los acuerdos de Camp David en 1978, a instancias del gobierno de James Carter y fue continuada durante la era Clinton en el tratado de paz con Jordania. Más recientemente, en tiempos de la presidencia de Donald Trump, los acuerdos de Abraham vehiculizaron el entendimiento de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos.
La actitud del régimen iraní, que responsabilizó a Israel por el ataque de Hamas, confirma otro peligroso desacierto como la reciente adhesión del gobierno de Alberto Fernández al grupo de los Brics, que incorporó a Irán. También obliga a tomar prevenciones en la región por la reciente ampliación del acuerdo de cooperación en materia de defensa y seguridad entre los gobiernos de Irán y Bolivia, donde el expresidente Evo Morales, cercano al presidente y la vicepresidenta argentinos, defendió contundentemente a Hamas y condenó a Israel.
El hecho de que, durante el debate de anteanoche, los candidatos presidenciales Patricia Bullrich, Sergio Massa, Javier Milei y Juan Schiaretti expresaran su solidaridad con el pueblo israelí constituye un paso alentador, del mismo modo que resulta repudiable la actitud de la postulante izquierdista Myriam Bregman, quien culpó por el conflicto a “la política del Estado de Israel de ocupación y apartheid contra el pueblo palestino”.