Arte y pandemia
Por estas horas, el arte y la cultura en general se potencian como herramientas efectivas para fortalecer los espíritus. Artistas y museos buscan la forma de acceder a aquellos canales que les permitan llegar a destino con su producción. Los actores teatrales, los performers o los músicos han perdido la posibilidad de contar con público en vivo y se ven obligados a recrearse. Puestas de teatro online, stand up y recitales en Instagram y orquestas en Zoom son solo algunas de las sorpresas culturales que nos depara la pandemia.
Las autoridades de Cultura enfrentan también importantes desafíos en este contexto, en momentos en los que el museo, la sala de teatro o el circuito social del arte han desaparecido frente a una imperiosa distancia social.
Hace unos días LA NACION publicó la noticia de que cuatro instituciones dedicadas a la exhibición de obras de arte en Buenos Aires han creado la Red Argentina de Museos y Espacios de Arte (RAME) "para pensar en la transición y el reinicio de actividades de los museos y espacios de arte" y "establecer vínculos, colaboraciones e intercambios dinámicos entre las diversas instituciones de todo el país".
Nos alegra que se hayan lanzado a recuperar, cuando no a seducir y conquistar, a un público a veces amedrentado por el peso simbólico de lo institucional o limitado por razones meramente geográficas. Este fenómeno no se circunscribe solo a la Argentina: el despertar de un nuevo apetito cultural y el nacimiento de una oferta tan variada como creativa está ocurriendo en todo el mundo.
Asistimos a un fenómeno cuyas consecuencias a largo plazo aún no vislumbramos. La pandemia ha ampliado y legitimado cientos de maneras de ingresar a la oferta de arte en particular y de la cultura en general. Es para alegrarse que, a pesar de que teatros, cines, museos, bibliotecas, galerías de arte, peñas y talleres debieron mantenerse cerrados, el empuje del arte encontró resquicios para mostrar que seguía vivo.
Muy a tono con la época, varios museos se han lanzado a la búsqueda de testimonios contemporáneos de cómo la pandemia ha afectado nuestras vidas, antes de que una bienvenida recuperación borre los signos materiales de lo ocurrido. Como bien comentaba Esteban Ierardo en este diario, cuando la peste negra asoló Europa en el siglo XIV algunos escritores supieron transmutar creativamente el horror de su tiempo en obras, como Boccaccio en su Decamerón. Otros flagelos epidémicos movieron al escritor inglés Daniel Defoe a escribir Diario del año de la peste y a Albert Camus, ya en el siglo XX, a dar a luz a La peste. Un creador como Alexandre Jean-Baptiste Hesse en el cuadro Homenaje fúnebre a Tiziano tradujo la muerte del pintor veneciano durante la peste de 1576. O Goya, que retrató en El corral de los apestados a los enfermos de un hospital durante una epidemia.
En el plano de lo inmaterial, quizás sea temprano para efectuar predicciones, pero es probable que el generalizado impacto de la pandemia haya motorizado cierto grado de introspección colectiva capaz de reevaluar la importancia, la necesidad y los valores del arte y de la cultura.
No sería de extrañar que el aislamiento haya llevado también a reevaluar y hasta integrar los elementos críticos incluidos en toda apreciación del arte con valores afines a la trascendencia y la ética. Quizás sea eso mismo lo que subyace detrás de algunas protestas públicas recientes contra clásicos del cine, monumentos públicos y racionalizaciones esquemáticas o literales que nacieron producto de otros tiempos. Si así fuera, deberíamos celebrar que las autoridades competentes, públicas o privadas, comenzaran a tomar conciencia de la magnífica oportunidad para ampliar las bases de sustentación de la cultura: mayor cantidad y diversidad de público, más facilidades de acceso y medios técnicos a disposición de la difusión de imágenes y espectáculos, mejores diálogos entre oferentes y audiencias, más creatividad en las políticas de difusión, menor lugar para la innecesaria intermediación de falsos gestores culturales y un fomento y apoyo constante en toda la Argentina a quienes crean y difunden cultura.
Resulta una lástima que se necesitara una pandemia para ver renovados los esfuerzos en esa dirección, insistiendo también sobre la importancia de una educación que promueva el pensamiento y la expresión creativa, propiciando que más personas disfruten de acercarse a una multiplicidad de expresiones artísticas y culturales que siempre resultan reconfortantes para quien sabe apreciarlas.