Aprietes y caza de brujas
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Con frecuencia los gobiernos kirchneristas han tendido a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Culpar al otro por la ineptitud propia ha sido también una constante en la administración de Alberto Fernández, de la que la reciente crisis cambiaria dio muestras suficientes.
Una semana atrás, el presidente de la Nación responsabilizó a “la derecha” por la suba del dólar, aunque en rigor habría que hablar de la depreciación del peso, ya que este cae contra todas las monedas y no solo contra la de los Estados Unidos. Pocos días después, el secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social y dirigente del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, confesó que recibió un pedido explícito del ministro de Economía, Sergio Massa, “para que, después de que se calme el mercado y el dólar bajara, apretemos juntos a los empresarios para que retrotraigan los aumentos desmedidos y vuelvan a los precios anteriores” a la corrida cambiaria.
Curiosamente, nadie en el Gobierno –ni el propio Massa– desmintió que el titular del Palacio de Hacienda les haya formulado a dirigentes sociales y sindicales el pedido descripto por Pérsico.
Paralelamente, las bravuconadas estuvieron a la orden del día en boca de otros funcionarios y legisladores, como la titular de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, en medio de una llamativa caza de brujas en la City porteña. Con el supuesto propósito de restringir las operaciones con dólares en el mercado financiero, Massa ordenó actuar a la Comisión Nacional de Valores (CNV) y a la Unidad de Información Financiera (UIF) para sembrar el miedo entre los operadores. Fueron allanadas al menos dos sociedades de bolsa como una manera de mostrar que el Gobierno está preocupado por perseguir a los especuladores y hacer un poco de ruido. Nada más.
Mientras las autoridades nacionales, responsables de una de las peores crisis de confianza de los últimos tiempos, insistan en que la culpa de la inflación es del FMI y de empresarios inescrupulosos que remarcan precios, y en que el dólar sube por la acción de unos pocos especuladores, no habrá solución posible para los problemas económicos.
Ni los aprietes, ni los controles policíacos en la City, ni las llamadas telefónicas a operadores, como tampoco los cepos, ayudarán a estabilizar el tipo de cambio. Solo seguirán contribuyendo a intensificar la desconfianza del mercado y a la huida de la moneda nacional. Sin un plan económico integral y coherente que plantee las necesarias reformas estructurales, la Argentina seguirá a los tumbos, en dirección al abismo.