Aprender de la pandemia
A la luz de lo que hoy ocurre, es importante anticiparse para limitar los efectos de futuras crisis sanitarias aún más letales
Los desafíos que ha planteado la pandemia confirman que es posible que el aleteo de un murciélago en Wuhan pueda provocar un huracán en Estados Unidos, parafraseando los postulados de la teoría del caos y el efecto mariposa. Mientras el mundo experimenta la fragilidad de la vida y los países agotan esfuerzos por dar con una vacuna, no está de más recordar con perspectiva histórica que los habitantes de este planeta atravesaron epidemias con saldos de muertes más elevados.
La gripe española de 1918 se cobró la vida de entre el 1 y el 6% de la población de entonces a lo largo de los 26 meses que duró. Traducido al presente, aquel porcentaje aplicado al Covid-19 equivaldría a un número de muertos de entre 80 y 400 millones, cuando a este ritmo la realidad indica que rondaría los 5 millones en los dos primeros años, afectando a algo más del 0,06% de la población mundial. Con esto no desconocemos que cada muerte es una tragedia, solo deseamos poner en contexto el análisis de una situación que podría volverse mucho más peligrosa.
Tenemos que aprender del desafío para las democracias de todo el planeta que planteó tan enorme impacto económico ante enfermedades futuras que puedan ser mucho más letales.
La 21a edición del Foro Iberoamérica, un prestigioso grupo de reflexión integrado por personalidades del mundo político, empresarial y cultural, nacido en el año 2000, tuvo lugar, por primera vez, de manera virtual. Bajo el lema "El mundo en pandemia", nucleó a unos 20 participantes, quienes destacaron que el confinamiento impuesto ha sido uno de los mayores problemas que enfrentaron las sociedades democráticas y subrayaron el papel de una educación adaptada a la era digital ante un nuevo contrato social, así como el riesgo de cuestionar el papel de los científicos y la importancia de restablecer la confianza en las elites políticas y en los expertos.
El Instituto del Nuevo Pensamiento Económico (INET) difundió un estudio que estableció que los confinamientos y la inversión temprana dirigida a controlar el coronavirus demostraron su utilidad para eliminar virtualmente el virus en Australia, Nueva Zelanda, Islandia, Tailandia, China, Corea y Taiwán, países que hoy reabren sus economías y vislumbran crecimiento.
Tratándose de un reto a escala global, se deben acentuar mecanismos de cooperación e iniciativas que potencien soluciones globales en un mundo interconectado
Varias son las recomendaciones que brinda la institución norteamericana. Experimentos en distintas naciones confirman que ningún país puede prevenir el daño económico si primero no atiende la pandemia que lo genera. Aquellos que se focalizaron seriamente en medidas tendientes a abatir la pandemia, sacrificando temporariamente sus economías, ahora reabren gradualmente su actividad y comienzan a registrar crecimiento. Los que priorizaron sostener la economía y resistieron, recortando de manera limitada o prematura las intervenciones para controlar el virus, hoy enfrentan tasas crecientes de infección e inminentes nuevos confinamientos. Los gráficos son elocuentes. Probablemente el punto de equilibrio sea equidistante de ambas lecturas. Hay realidades diferentes: una cuarentena estricta es inviable para algunos países. La cuenta final, cuando pueda realizarse, va a tener que contemplar los fallecidos por desnutrición, tuberculosis y Chagas, entre otras enfermedades, como consecuencia del aumento de la pobreza, así como los que murieron por otras patologías graves, desatendidas. Además de los costos de todo tipo asociados a un año con escuelas y universidades cerradas.
La diferencia más notoria entre el éxito de las estrategias adoptadas por los países asiáticos, comparadas con las de los países occidentales que aún pelean contra el virus, radica en que aquellos gobiernos asumieron con acierto el costo económico de imponer anticipadamente el uso de máscaras de calidad y distanciamiento social, algo que la administración Trump, por ejemplo, rechazó y que podría haber salvado a más de 200.000 norteamericanos, con un beneficioso impacto económico, muy por encima del valor de la inversión que no se autorizó.
Observan los referidos articulistas que no haber alcanzado el control del Covid-19 durante su primera ola aparece hoy como un error, puesto que los altos niveles de circulación del virus limitan la efectividad de pruebas, rastreos y cuarentenas. Muchas pandemias han presentado más de una ola y está claro que puede ser más fácil controlar la circulación del virus en países pequeños, aislados geográficamente o muy instruidos.
La información de la que hoy se dispone permite focalizarse en respuestas más efectivas a pesar de que muchas no se encuentren al alcance de todos los países. El INET recomienda impulsar medidas de control de la transmisión eficientes en términos de costo-beneficio como las de promover intensivamente la fabricación y la distribución gratuita de máscaras KN95, adaptando el transporte público con equipos de filtrado o de limitación de la transmisión por aerosoles, con completo reemplazo del aire cada 6/7 minutos. También ajustando medidas según la prevalencia geográfica del virus, partiendo de la universalidad de aquellas que son baratas, como el uso de máscaras y el distanciamiento, y proponiendo medidas intermedias o de mayor severidad, según convenga.
La lista de recomendaciones contempla también brindar subsidios a los trabajadores no esenciales para evitar que trabajen de manera presencial, también a los esenciales proveyéndoles testeos y licencias por enfermedad, así como insistiendo en la importancia de acelerar la disminución de los contagios usando información en tiempo real a partir de testeos y controles frecuentes entre la población.
La próxima pandemia podría castigar con mayor fuerza al mundo y es importante anticiparse para limitar sus efectos a la luz de lo que hoy ocurre. La recomendación será agotar los medios para eliminar cualquier enfermedad virulenta con la mayor rapidez posible. Tratándose de un reto a escala global, también debemos acentuar los mecanismos de cooperación y las iniciativas que potencien soluciones globales en un mundo interconectado.
Cuando un mal desconocido desafía a la humanidad, asumir individualmente protocolos de cuidado y protección tempranos siempre que se pueda seguirá siendo una buena estrategia, aunque de acotado alcance. La labor de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), de caótica y cuestionada actuación ante el Covid, también deberá revisarse. En tiempos de redes sociales y globalidad digital, evitar los perniciosos efectos de la infodemia y recurrir solo a fuentes confiables de información ha demostrado también su utilidad. Aprender del presente servirá para reducir el impacto de eventos similares a futuro, instrumentando las previsiones posibles y anticipando los mayores recaudos.
Llama la atención que los expertos no destaquen la trascendencia de la educación a todo nivel: en la formación universitaria del personal de salud, pasando por las escuelas y el público general. Hubo que esperar a que llegara una pandemia para que mucha gente aprendiera la importancia de lavarse las manos. Tampoco se puede desconocer a estas alturas el valor de contar con un sistema de salud sólido, organizado, con personal idóneo y no adscripto a una facción política. ¿Cuántos casos y muertes se podrían haber evitado en la Argentina con autoridades nacionales en el área de salud profesionales y criteriosas? Con un millón y medio de infectados, nuestro ministro del área no solo erró en el diagnóstico y en el abordaje de la pandemia sino que, hasta aquí, jamás se le escuchó, ni a él ni a nuestro presidente, la más mínima autocrítica. Sí reconocen que la pandemia no terminó y que los cuidados deben extremarse en tiempo de Fiestas y vacaciones.