Antiliberalismo a la carta
Recientes declaraciones de la secretaria de Educación, Adriana Puiggrós, parecen abjurar de un mundo de fronteras abiertas para el conocimiento
La secretaria de Educación, Adriana Puiggrós, ha señalado que "la destrucción ambiental llevada a cabo por el capitalismo financiero liberó el virus" y que este "infectó sociedades humanas enfermas de neoliberalismo".
La funcionaria tiene, desde su actuación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en los años setenta, un largo historial como representante de las posiciones más radicalizadas en materia educativa. La corriente que representaba fue desplazada de un plumazo por el gobierno de Juan Domingo Perón, cuando este resolvió que debía anularse por completo la influencia izquierdista en la educación como complemento de la limpieza de las organizaciones extremistas que, hasta 1973, había alentado.
Como Perón no andaba con medias tintas, ordenó que se confiara la conducción educativa al otro extremo ideológico que buscaba abrirse camino dentro de su movimiento político. Los intelectuales de izquierda, que se habían sentido en el mejor de los mundos en el breve interregno del presidente Héctor Cámpora, fueron reemplazados así por una corriente de extrema derecha. En algunos casos, decir que estos últimos eran fascistas era quedarse corto. Se había entrado en los tiempos de la temible Triple A.
Adriana Puiggrós marchó al exilio y encontró refugio en México. Habrá de reconocérsele perseverancia en la prédica y profusión en materia de publicaciones especializadas. El problema es que, más de cuarenta años después, dice lo de siempre, salvo que con más énfasis y menos acierto. Por ejemplo, que el arancelamiento universitario es inaceptable, aunque constituya un subsidio surrealista para los hijos de familias adineradas. O que han prevalecido lamentablemente políticas que favorecieron a la enseñanza privada en desmedro de la enseñanza pública, por más que haya sido el peronismo, con el cual pese a todo ha sido leal, el que inauguró en 1947 la era de los subsidios a la enseñanza privada a través de las contribuciones del Estado, establecidas por la ley 13.047, al pago de los salarios mínimos al personal docente.
Aún antes de haber sido diputada nacional por el Frente para la Victoria, su pensamiento se resumía en una fórmula resueltamente antiliberal. Acaso porque cree mucho más en los derechos "colectivos" que en las libertades individuales, va lejos y rápido en las apreciaciones.
La doctora Puiggrós vive en la Argentina, pero parecería que está abstraída de los fenómenos que aquí ocurren. En su condición tantas veces de intérprete de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera), Puiggrós ha sido una crítica tenaz de los sistemas de evaluación educativa de establecimientos de enseñanza y de alumnos. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es considerada por ella una institución "gendarme" de la calidad educativa y parte de una conspiración de los países centrales de Occidente para asociar la educación al interés de las empresas.
La doctora Puiggrós debería entender que el olvido y desdén por la evolución y las necesidades vitales del comercio, la industria o la tecnología de los servicios de cualquier índole dejaría a los graduados desprovistos de un papel útil por cumplir. Acaso piense que no es así y que para eso funciona el Estado, según lo advierten las cifras monumentales de empleados públicos, tema sobre lo cual la conocida catedrática no ha tenido comentarios desfavorables para hacer.
Haber asociado la pandemia que la sociedad mundial padece con el liberalismo es abjurar de un mundo de fronteras abiertas, de interrelación entre conocimiento y ciencia aplicada con los criterios más rigurosos de selección por vía comparativa. Lo hacen las universidades norteamericanas, que ocupan la mitad del cuadro de honor de las mejores diez universidades del planeta, pero ya lo hacían también los comunistas en la Unión Soviética y lo hacen en Cuba quienes dirigen la educación en nombre del totalitarismo castrista.
La distinción por méritos no tiene ideología salvo para la concepción obtusa del populismo. En lugar de achacar responsabilidades por este vía crucis al liberalismo la doctora Puiggrós tendría que haberse sumado a quienes piden explicaciones a Pekín por los orígenes que se niega a develar del virus que azota al mundo. Ahí está Josep Borrell, representante de la Unión Europea, tratando de dar una explicación convincente a la revelación hecha por The New York Times de que debió rehacer un comunicado sobre el tema por presión china.
Ahí está también Scott Morrison, primer ministro de Australia, exigiendo, pese a la protesta de Pekín, una investigación internacional independiente sobre qué ocurrió de verdad en Wuhan y cuál fue la respuesta inmediata del régimen chino, de partido único. Ya sabemos desde los días iniciales que se echó un manto de silencio, sancionándose a los primeros médicos que hablaron sin permiso, y que sin esa opresiva atmósfera de secretos la humanidad estaría sufriendo menos de lo que sufre.