Año electoral en América Latina
Este año será para América Latina políticamente complejo. Inmersos aún en la pandemia y con una profunda recesión económica, cinco países de nuestra región elegirán nuevo presidente y otros tres afrontarán decisivos comicios legislativos. Ecuador, Perú, Chile, Nicaragua y Honduras elegirán mandatario y habrá comicios de término medio en El Salvador, México y la Argentina.
El riesgo político claro pareciera ser el de la consagración de gobiernos de corte populista. En Perú, por ejemplo, hay 22 opciones para presidente, entre ellas, dos candidatos que estuvieron en prisión por corrupción; Keyko Fujimori y Ollanta Humala. En Ecuador, compitieron 16 partidos el domingo último. Si bien el delfín de Rafael Correa, Andrés Arauz, se impuso en primera vuelta, no le alcanzaron los votos para definir. Cabe recordar que Correa, exiliado en Bélgica, fue condenado a ocho años de cárcel por corrupción. Como ocurre con el peronismo en la Argentina, Correa cosecha aproximadamente una cuarta parte de los votos, cautivos de un sistema de poder marcadamente prebendario.
Los comicios que concitarán mucha atención serán los de Chile, que encara una reforma constitucional que supone confirmar o redefinir las reglas de juego de la política misma. En el país hoy más moderno de la región, la opción presidencial supone elegir entre la centroderecha, encabezada por Joaquín Lavín, y el candidato comunista Daniel Jaude.
En Nicaragua, Daniel Ortega, encaramado en lo más alto del poder desde 2007, empuja la "reelección matrimonial" a través de su propia esposa, la influyente Rosario Murillo, en un proceso donde no se descarta la posibilidad de fraude electoral.
Como en El Salvador y en México, nuestro país tendrá elecciones legislativas. Las propuestas de Andrés López Obrador cautivan a nuestro presidente, razón por la cual la elección mexicana podría eventualmente tener un importante impacto local. En la Argentina, que hoy cuenta con un trágico 41% de su población bajo la línea de pobreza, en las próximas elecciones –cuya primera vuelta algunos buscan interesadamente postergar y otros, eliminar–, se volverá a medir el nivel de adhesión al fracasado modelo distribucionista que impulsa el justicialismo, cuando la crisis golpea con dureza y las promesas carecen de todo tipo de respaldo.