America Latina y la gangrena del populismo
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El debilitamiento de las democracias latinoamericanas encuentra correlato en el robustecimiento de los regímenes autocráticos y populistas. Las democracias no caen ya solo por revoluciones o golpes militares, sino por las urnas. Con una opinión pública descontenta con la elite política y en un contexto de protestas crecientes y dificultad para mantener el orden, la tentación de gobiernos autocráticos aumenta y, con ello, los riesgos para la estabilidad democrática en la región.
En violación a los derechos humanos, regímenes dictatoriales como los de Nicaragua, Cuba y Venezuela detienen, torturan, persiguen y reprimen a cuanto ciudadano se les oponga, a pesar de la condena de buena parte de la comunidad internacional y de las sanciones impuestas por algunos países. Por otro lado, las ideas de izquierda han ganado terreno en procesos electorales como los de Bolivia, México, Perú, Honduras y Chile.
La segunda edición del índice Riesgo Político América Latina, elaborado por el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile (Ceiuc), arroja que el 51% de los latinoamericanos toleraría un gobierno no democrático si resolviese sus problemas. En tanto, el Instituto Interamericano para la Democracia (IID, por sus siglas en inglés) organizó el foro “Quo vadis Latinoamérica 2022″, donde la mayoría de los expositores coincidió en que América Latina no se debate entre izquierdas y derechas, sino entre democracias y dictaduras, estas últimas representadas principalmente por Venezuela, Cuba y Nicaragua.
La pérdida de confianza en el Estado, gobiernos de funcionamiento ineficiente y dispendioso, la corrupción y los desesperantes niveles de pobreza e indigencia erosionan las democracias latinoamericanas y amenazan con una avalancha autocrática, ungiendo como conductores a figuras que todo lo prometen haciendo valer su carisma popular pero que terminan pisoteando las aspiraciones y necesidades de la población.
América Latina viene siendo una región pródiga en líderes y gobiernos populistas, muy afectos a instaurar medidas demagógicas de control de precios o de mercado cambiario, proteger industrias ineficientes, así como a dar servicios supuestamente gratuitos o subsidiados que se financian con impuestos abusivos, con deuda pública o, simplemente, con emisión monetaria. Tarde o temprano, esas medidas causan inflación, desabastecimiento, crisis cambiarias y fiscales, parálisis de la inversión, fuga de cerebros y de capitales, recesión y desempleo.
Muchos de los gobiernos latinoamericanos que adhieren a los objetivos del Foro de San Pablo y del Grupo Puebla han cobrado un papel preponderante en la lucha contra las democracias liberales y en el establecimiento de un nuevo sistema político en la región.
Es de esperar que en la disputa por la democracia en América Latina se impongan los principios plasmados en la Carta Democrática Interamericana adoptada en 2001 por los países que integran la Organización de Estados Americanos (OEA). En su artículo tercero, establece, entre otros conceptos, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho, la celebración de elecciones periódicas y libres, y la separación e independencia de los poderes públicos. En definitiva, un sistema de pesos y contrapesos que ponga límite a las ambiciones y aspiraciones autócratas y populistas que avanzan con promesas y mentiras sobre las necesidades de los más vulnerables.