Amarillismo
CARACAS.- La tragedia ocurrida en un centro migratorio en Ciudad Juárez –ciudad mexicana fronteriza con Estados Unidos– en la que murieron 39 migrantes, 8 de ellos venezolanos, ha dejado en evidencia al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Brilla por su ausencia, por supuesto, la actuación de alguna autoridad nacional preocupada de las familias venezolanas afectadas por estos hechos dolorosos. El «show» del que se ocupa el régimen de Nicolás Maduro por estos días le impide distraer el mínimo esfuerzo en la atención humanitaria de compatriotas.
Total, son venezolanos que no quieren saber nada de quienes (des)gobiernan su país, y se les trata, por tanto, de manera recíproca, como si el Estado pudiera suspender sus obligaciones constitucionales de preservar la vida de los ciudadanos.
López Obrador dio una muestra más de cómo se comportan buena parte de los mandatarios al frente de las naciones de América Latina.
Cuando López Obrador habló ante los medios, ya había visto los videos del centro migratorio durante el incendio y tuvo constancia de cómo los guardias tanto públicos como privados –éstos contratados por una empresa perteneciente al cónsul que representa a la dictadura de Daniel Ortega, según versiones de prensa– se desentienden del asunto y no hacen nada para sofocar las llamas o abrir las puertas para permitir la salida de los migrantes.
López Obrador afirma que es falso que se violen los derechos humanos en el gobierno mexicano. Pero, si aún se persistiera en una tesis crítica frente a su gobierno, es porque los medios buscan es el escándalo, ya que solo él tiene la propiedad de “sentir dolor”.
Si de este lado hubiera un gobierno de verdad, que pensara en los suyos, el señor López Obrador y su gobierno tendrían que rendir cuentas. Pero aquí hay un gobierno más que autoritario. Así que puede dormir tranquilo.