Alimentos: rescatar el descarte
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Durante la crisis que impuso la pandemia, los argentinos nos sensibilizamos especialmente frente al dolor y la necesidad de los otros. Los Bancos de Alimentos (BdA) registraron por aquel entonces una mayor demanda, pero también recibieron más donaciones, al punto que en 2020 triplicaron lo distribuido en años anteriores.
El manejo profesional y transparente y una aceitada trazabilidad permiten identificar al receptor de cada producto, asegurando el mejor destino para todo, de manera ágil y eficiente. Ese capital es clave para que los donantes sepan que todo lo que dieron fue aprovechado. Con tantos productos perecederos frescos como frutas, verdura, pan y lácteos, la capacidad de respuesta inmediata es clave para no desaprovechar nada.
La llamada Ley del Buen Samaritano, sancionada en 2018, permitió a las empresas deslindar su responsabilidad frente a alimentos con envases en mal estado o vencimiento inminente, por caso, pasándola a los BdA que los aprovechan.
Sin duda, esto promovió las donaciones. Sin embargo, habría que sumar nuevas normas que permitan reforzar las contribuciones. Hoy, a una empresa que dona un producto le descuentan un porcentaje del valor de ganancias. Pero si en lugar de donarlo, lo tira a la basura, el descuento del porcentaje del IVA que le aplican le resultará más beneficioso en términos económicos. Esta situación debería revertirse, habida cuenta de que se calcula que un 45% de la producción en el país se descarta porque se echa a perder. Establecer un sistema que funcione como incentivo para las donaciones es imperativo, tanto como que contemple penalidades para quienes descarten teniendo estas opciones.
Gracias a la ayuda de unos 300 voluntarios, una red de 25 bancos de alimentos (www.redbda.org.ar) provee a unas 5 mil organizaciones en nuestro país. A pesar de que aún no hay bancos en todas las provincias, 1.200.000 argentinos son alcanzados por la red, menores de edad en casi un 70%. No todos los bancos disponen de toda la infraestructura necesaria, incluidas las cámaras de frío, los transportes, los vehículos, para absorber volúmenes de donaciones importantes, pero cumplen su labor sin descanso para llegar con alimentos a más personas. Y lo logran. Estamos hablando de una distribución estimada en unos 15 millones de kilogramos de alimentos recuperados para 2024. Aunque suene a mucho, no alcanza para paliar las necesidades de una sociedad con alrededor de la mitad de la población bajo la línea de pobreza.
Solo el Banco de Alimentos Buenos Aires distribuyó casi 4 millones de kilos de alimentos y productos, transformados amorosamente en más de 18 millones de platos de comida entregados.
Difundir la labor de los BdA y crear conciencia sobre su valiosa tarea es importante cuando tantos dependen de sus aportes y muchos no saben siquiera de su existencia. El Estado debe apoyar también este valioso trabajo de la sociedad civil, no solo desde lo legislativo, sino colaborando incluso con la logística.
En un contexto de alta inflación, las empresas productoras disminuyen sus stocks para fabricar estrictamente lo que saben que van a vender y, por ende, se reducen sus descartes, una situación que impacta con fuerza sobre los BdA. Donar dinero es una manera concreta al alcance de todos para colaborar. La eficiencia alcanzada por estas instituciones se refleja en que con poco dinero invertido son capaces de distribuir muchos productos. Hoy, cincuenta pesos equivalen a un plato de alimento.
La realidad de quienes se acercan a cada comedor, a cada merendero, a cada institución en busca de alimento es tan única como desafiante. Reducir el hambre y mejorar la nutrición es alimentar la esperanza de un futuro mejor. Mientras trabajamos para poner al país de pie, la solidaridad es una valiosa respuesta frente al hambre y los BdA son los mejores instrumentos para llegar a quienes de ellos dependen para comer.